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domingo, 26 de noviembre de 2017

Una realidad que nos golpea...

Durante estos días se celebran actos y manifestaciones contra la violencia de género. Es uno de los principales problemas que existen en nuestro país y desgraciadamente la cifras de muertes y de violencia hacia la mujer son tremendas e impactantes. Es un problema que adquiere una mayor sensibilidad cada día, pero que sigue requiriendo que ésta preocupación y sensibilidad sea permanente, es decir que lo tenemos que tener presente cada día. Es un problema que todos los gobiernos, partidos, instituciones y asociaciones priorizan sobre el papel, pero que necesita de una mayor capacidad de acción y por tanto de actuación, requiriendo de esas dosis de cada vez mayor implicación de todos y todas. 
Podríamos decir como se ha dicho por parte de muchos colectivos de mujeres, que esto no puede ser problema de un día señalado en el calendario, sino que es un acto que cada día hay que marcar mientras se siga produciendo esa violencia, porque la violencia con sus distintas formas se da cada día y nos afecta a todos y todas.
Reivindicamos con un grito en el hondo pesar de un clamor contra la violencia de género. Un grito de indignación y repulsa cada día que sucede una muerte. Un día que  nos sensibiliza y nos da una bofetada de realidad.  Hacemos protagonista de ese día a la sociedad que sigue y hasta qué punto no seguimos haciendo, que dicho día sea el protagonista una vez al año cuando celebramos el acto del día internacional contra la violencia de género y seguimos preguntándonos si debemos seguir dejando que siga siendo una fecha marcada, una fecha señalada, una fecha maldita para recordar. 
Somos un reflejo de lo que es la sociedad, de lo que ocurre cada día y este problema seguirá mientras sigamos teniendo que recordar que se produce una muerte en cualquier lugar y dentro de las distintas formas en que se representa la violencia hacia la mujer, y continuará siendo un problema mientras no lo situemos dentro de las prioridades y preocupaciones de la sociedad.
A veces nos cuestionamos si son necesarias campañas de sensibilización y actos de repulsa en forma de manifestaciones, jornadas o actos diversos sobre este u otro problema. No tengo ninguna duda de que en este caso son absolutamente necesarias campañas que evidencien y muestren la realidad de esta lacra.
Una realidad triste que tiene nombres y que cada vez que golpea nos deja un poco más indefensos y nos muestra más débiles a todos, alejándonos de ese mundo donde deberíamos ser socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres...

domingo, 19 de noviembre de 2017

Se llama Mercedes, es extremeña.

Los extremeños tenemos unas características que nos identifican, que nos reconocen y que nos hacen ser conocidos. Somos gente sencilla y humildes, somos buena gente que caemos bien a todo el mundo, bien sea por nuestras formas de ser, por nuestra generosidad, y entre otras cosas porque semos asina como dijo Luis Chamizo.
El día 18 de noviembre hemos tenido oportunidad de demostrar todo ésto una vez más. Esta vez ha sido en Madrid. Hemos hecho lo que sólo hoy en día somos capaces de hacer los extremeños. Llenar la capital de nuestro país de autobuses. Extremadura ha sabido interiorizar un problema y lo ha hecho suyo. Sin colores políticos. Sólo con el calor de la gente y con su esfuerzo.
Es seguro que habrá muchas anécdotas e historias de este día. Es posible que cada uno de los que allí estuvimos podamos contar una. Había que madrugar y ante el posible lío de los autobuses, era mejor llegar a Madrid temprano y coger sitio, porque se esperaba mucha gente y se cumplió. Una hora antes de que según las previsiones empezara, la plaza de España ya estaba llena de extremeños. Al principio hacía frío, después calor y también el calor de la gente, mucha gente. Es igual lo que las cifras digan, los que allí estuvimos sabemos que Extremadura estaba allí y que éramos miles.
Y entre esos miles, allí conocí a Mercedes. Tiene 85 años y es de Serradilla. Se tuvo que ir a Madrid en el año 1963 y vive en el barrio de Aluche. Se había levantado a las 8 de la mañana porque quería estar cerca y coger buen sitio. Yo tenía como respaldo una farola. La quise compartir con ella para que se apoyara la espalda de vez en cuando. La hierba y la humedad hacía que los pies se quedaran helados, pero había que moverse bien ondeando la bandera o cantando el himno de Extremadura. Cómo cantaba, se lo sabía todo y muchas canciones que unas extremeñas de Villanueva cantaban también. Su fuerza era contagiosa. A su lado estaba otra extremeña de Casatejada, igualmente como ella. Las dos sentían y se emocionaban de vez en cuando cuando se entonaba nuestro himno.
Se acabó el acto y había que buscar algún sitio para comer. En un semáforo preguntamos a un matrimonio ya jubilados. Conocían toda Extremadura, de norte a sur. Nos dijeron que teníamos razón, que no se puede seguir perjudicando a una región tan bonita. El tren es muy necesario y lo que están haciendo con ustedes todos los Gobiernos es muy injusto. 
Hace unos días comentaba sobre el sentido de la pertenencia. Ayer en el viaje de ida y vuelta conversábamos sobre ello. Algún día se hablará de un 18 de noviembre de 2017 como una fecha donde la expresión de la contundencia de los versos de Chamizo se reprodujo en el verso de una frase. Una frase que se convirtió en un clamor de Extremadura asumiendo su historia, haciendo suyo el argumento de la unidad para reclamar lo que durante tantos años se nos había negado...
Me lo decía Mercedes...no tuvimos otra oportunidad que marcharnos, pero seguimos sintiendo a nuestra tierra, la queremos...porque semos asina.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Sentido de pertenencia...

Escribo esta entrada a pocos días de que miles de extremeños y extremeñas nos concentremos en Madrid. Será un día que quedará marcado en la historia de muchos de los que allí estemos, pero sin duda alguna, será una fecha de la que se hablará en Extremadura durante muchos años. Será un día distinto porque son contadas las veces de las que se habla de los extremeños como un pueblo reivindicativo y que unido es capaz de movilizarse por lo que considera suyo y que se nos debe.
El tren me trae recuerdos de la infancia, de mi familia ferroviaria. Mi abuelo me contaba siempre anécdotas de su etapa de trabajador ferroviario. Un día me contó que en un viaje desde Madrid a la estación de Rio Tajo se despertó en la frontera portuguesa. Es lo que tenía el sonido de los ritmos y los tiempos de los trenes de entonces. Te quedabas dormido y no te despertabas. Y es que un viaje en tren te permitía ese tiempo de la tranquilidad, del disfrute y te hacía recordar un tiempo de la infancia. Quién no ha disfrutado de un viaje en tren. Quizás es por mi pasado y la herencia ferroviaria por lo que me ha gustado siempre viajar en tren. Muchos miles de kilómetros en mi juventud con el kilométrico (carné). Tiempos de juventud, de sueños, de libertad, de sentimientos y rebeldía.
Durante estos últimos días con mayor intensidad se está hablando de la concentración de extremeños el día 18-N en Madrid. Vídeos, artículos, reportajes, reuniones, proclamas, cartas y un montón de capítulos más recorren las redes sociales y son innumerables las adhesiones que reivindican un #trendignoYa. Una concentración que como dice el Presidente Vara... no va contra nadie, esto va a favor de Extremadura, pensando en Extremadura, sintiendo a Extremadura.
Puede que se esté revolviendo algo en la conciencia colectiva de los extremeños. Puede que el viaje de este acto por el tren no sea sólo un día en el que nos concentraremos por lo que hemos interiorizado como que debemos hacerlo. Puede que el sentido de la pertenencia nos esté poseyendo para ser más reivindicativos hacia nosotros mismos. Puede que ese sentido de la pertenencia vuelva a ser importante en nuestras vidas como lo fue un día. Puede que se nos despierte la conciencia y nos lleve a creer, cuidar y defender las cosas que nos pertenecen, las cosas que nos deben.
El día 18 estaremos en Madrid y nuestra bandera verde, blanca y negra será un clamor. El clamor de un despertar ciudadano y de dar sentido y valor a la pertenencia, aportando nuestro granito de arena a una causa digna dando una respuesta colectiva en donde no hay protagonismo político, porque la ciudadanía ha interiorizado que la mejor causa y la mayor defensa es la de la conciencia colectiva.
El 18-N tenemos una cita con nuestra historia...No dejemos que este tren pase sin subirnos a él.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Una fotografía...

Si hacemos el ejercicio de buscar y encontramos una foto dentro de nuestros recuerdos de cuando éramos pequeños nos sentaremos y miraremos hacia atrás. Nos encontraremos con nuestra memoria y a partir de ahí es casi seguro que comenzaremos a ver cómo recorríamos a diario nuestra vida, esos primeros años, esos primeros amigos, los primeros profesores y es posible que hasta ese primer guiño a aquella chica o chico . Es seguro que nos detendremos y trataremos de encontrar en esos primeros años los primeros pasos no de cuando aprendimos a andar, que también, sino de cuando quisimos andar por nosotros mismos. Hoy todo esto ya no es igual. Esas primeras fotos no han cambiado porque siguen provocando esa mirada hacia esos primeros años, pero sí ha cambiado el lugar donde se ubican, donde se exponen y sobre todo han cambiado los riesgos incontrolados a los que nos estamos exponiendo cuando publicamos y por tanto ha dejado de ser personal para ser un producto.
Se ha producido un gran cambio en todos estos años. Ese cambio lo ha producido internet y dentro de esta ventana que nos acerca el mundo a un solo toque, lo que lo ha cambiado, han sido las redes sociales. Una foto debería ser posiblemente uno de los espacios más privados de una persona y sin embargo cuando la subimos y publicamos en las redes sociales pasa a convertirse en el lugar más visitado, el más seguido dentro del espacio que cada uno tenemos en la red. Escuchaba en un programa de los peligros que tiene la red. A veces no nos damos cuenta de que cada día estamos más controlados y caemos en la provocación de la visibilidad y de lo que ello conlleva. Podría decirse que convertimos a Google como protagonista del control a través de nuestras publicaciones y fotografías.
Las entidades bancarias nos venden las excelencias de las tarjetas y los móviles permiten que podamos compatibilizar varias funciones. En la publicidad nos dicen que elegimos cómo, cuándo y dónde queremos relacionarnos con la entidad para resolver las gestiones del día a día. Llegar donde no ha llegado nadie, nos dicen. Y es posible que llegaremos, pero a qué precio.
Iniciaba mi entrada hablando de lo personal que es una fotografía y termino escribiendo de lo público que nos hemos convertido, porque realmente estamos convirtiéndonos en un producto. Un producto que cada día al aceptar más cookies y sin darnos cuenta, estamos aceptando que ese espacio deje de ser algo privado para ser cada día más público y es que quizás estemos en la era de estar pensando tanto en cómo  nos ven los demás y en los "me gusta" que no pongamos en valor nuestra privacidad.