Durante esta semana se ha estado hablando del famoso 23-F. Una fecha que 40 años después sigue despertando interés en los ciudadanos. Es normal. Lo que estuvo a punto de pasar o pasó durante casi un día, podría haber cambiado a nuestro país. Casi podría decirse que esa fecha quedará marcada para la historia como el primer día en que la calle se llenó del clamor de una voz unánime. Democracia. Los españoles mostraron con su salida a la calle y con su voz, que no querían volver para atrás. Y sucede que cada vez que se ponen imágenes de aquellos días, se descubren cosas nuevas. Porque con el aniversario de aquel día se reproducen los hechos, pero después de 40 años y según muchos investigadores, los detalles del asalto al Congreso siguen sin conocerse en su totalidad. Aún hay documentos y grabaciones que no se conocen, que no se han desvelado y que están clasificadas como secretos de Estado. Porque así se recoge en una ley de secretos oficiales que custodia esos documentos y que es como un bunker que sigue cerrado con una llave que debe ser muy secreta y que les vale para todos los gobiernos. Porque tienen razón aquellos que dicen que no puede ser que hoy el 70% de los jóvenes no sepan quien es Antonio Tejero y a pesar de tantos años no se pueda hablar en la escuela de aquel intento de golpe de Estado que puso en jaque a la Democracia.
Y en el trayecto entre el Tajo y el Guadiana fui recordando esa fecha. Recordé la sala donde teníamos las clases del carnet de conducir. Escuchamos unas voces, el profesor salió a preguntar y cuando entró nos dijo que dejábamos las clases. Después entre nosotros comentamos y empezamos a hablar de cosas que creíamos podrían pasar. Horas pegadas a la televisión, a la radio y conversaciones entre amigos, sin saber exactamente por qué podía pasar aquello. No recuerdo exactamente, pero alguien dijo que los militares querían volver a mandar en el país. En el camino del viaje me propuse desconectar del ruido de la radio. Una parada cruzando el límite de las dos provincias me devolvió a la realidad. Respiré un aire que me supo a una vitamina maravillosa. Una vacuna llena de olores y un verde espectacular. Esos alcornoques con esos troncos llenos de fuerza y vitalidad, me hicieron reflexionar pensando la suerte de vivir y disfrutar con sencillez de esos momentos que nos da la vida.
Pasada la sierra y acercándome al Tajo empecé a recordar esos días de paseos por la dehesa en busca de espárragos. Pero de nuevo me enganchó la radio con un debate acerca del nuevo fraude cometido por el rey emérito. Porque no es primero. Antes de que terminara el pasado año y estando ya fuera del país, presentó una declaración ante la Agencia Tributaria para regularizar su situación. Por el uso de tarjetas bancarias. Pero aquello podríamos decir que se trató de calderilla, comparado con el montante regularizado ahora. Pensé que el emérito puede regularizar voluntariamente millones que debía haber declarado hace años y que en cualquier otro caso la Fiscalía o Hacienda habrían abierto una investigación por un delito fiscal. Vamos, como le habría sucedido a cualquiera de nosotros. Digo.
Siempre que se produce el aniversario del 23-F aparece en el debate el papel que desarrolló el rey emérito en el desarrollo del mismo. Se pone mucho énfasis en la defensa de su gestión durante aquellas horas. Es posible que el día que se desclasifiquen todos los papeles que hoy están guardados bajo llave, pueda publicarse en los libros toda la historia, para que los españoles podamos conocer y sobre todo para que ese porcentaje de jóvenes puedan aprender la historia de su país, porque pasar de un régimen dictatorial a un régimen democrático bien merece la pena.
Tengo la sensación de que haber coincidido estas dos noticias en las mismas fechas no ha sido fruto de la casualidad, porque todo el mundo sabía que se cumplían 40 años de una fecha inolvidable. Quien algún día escriba la historia podrá decir que en estos tiempos que tanto se cuestionan las cosas, aparecieron sucesos coincidentes que tienen que ver con la Corona. Creo que se impone una reforma de la Constitución que aclare y acabe con estas "inviolabilidades regularizadas de la monarquía" y que bien haría el propio Rey Felipe VI el que a través de los mecanismos legales oportunos la promoviera, porque se está llegando a un punto que no sólo se cuestiona el conocimiento de la historia, sino también el futuro de la Monarquía en nuestro país.
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