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domingo, 21 de marzo de 2021

De la indignación a la perplejidad....

Escuchaba una conversación entre dos jóvenes hablando de los partidos y de los políticos. No me sorprendía escuchar que hablaban de los problemas que generan los políticos y no de los problemas que sufren y sufrimos hoy en día los ciudadanos. Pensé en que era una conversación en la que me encontraba a gusto en el papel de observador. Cuando llevaban un ratito hablando, intervine para decirles que no sabía si se estaban dando cuenta, pero sólo estaban hablando de los problemas que generan entre sí los políticos y nada de los problemas que como jóvenes tienen. Les llegué a comentar que aunque es difícil no hablar de ello, al final entre unos y otros consiguen que los ciudadanos no hablemos de los problemas que tenemos en la sociedad. No me refería al problema del virus. Me refería a los problemas reales que llevamos mucho tiempo sin hablar y que mayormente afectan a la gente joven.

Es cierto que la pandemia hace que estemos más pendientes de los problemas que genera, de los cambios sociales y económicos, de sus efectos y los temores que se generan ante una crisis que va a durar lo que no se sabe. Y es cierto que relacionado con ello, hay un grado de crispación en la sociedad como no se había conocido en toda la etapa democrática. Quizás es una de las consecuencias del año que llevamos. Hay una alteración a todos los niveles de nuestra salud y los expertos nos dicen que no sólo nos ha cambiado nuestra manera de vivir, sino que también los cambios han empeorado la calidad de nuestro sueño. Y relacionado con ello, el nivel de malestar social sigue creciendo, hasta el punto de que parece estar instalado desde hace tiempo. Esta era otra de las justificaciones que trataba de decirles a los jóvenes por la dificultad de que hablaran de cosas que no fuera lo que aparece a diario en los medios y que fomentan los políticos.

Leía un informe de Metroscopia sobre la pandemia y sus distintos apartados. Me fijaba en un capítulo que hace mención a la confianza institucional, donde el personal sanitario obtiene la mejor valoración ciudadana y el parlamento obtiene la peor valoración. No sorprende esta valoración, pero es una prueba más del nivel del clima social que se respira en nuestro país. Estamos en una época de indignación colectiva que provoca una irritación social, pero al mismo tiempo creo que también provoca una claridad. Clarifica y nos identifica, porque le da sentido y valor a las cosas que realmente lo tienen, a las cosas que merecen la pena.

El año de la pandemia, también es el año de los datos. Porque tal y como se refleja en el informe, cuatro millones de parados, cuatro millones de dosis de vacunas administadas. Un millón de personas en situación de suspensión temporal de empleo, un millón de millonarios. Un retroceso de la economía del 11%, un 11% de españoles que anteponen la economía a la salud. Un 40% menos de muertes por accidente de tráfico y un 40% más de uso de internet. Cien millones de contagios y 2,5 millones de fallecidos en todo el mundo (3 millones y 73.000 fallecidos, en España). Datos y más datos. Personas  detrás de las cifras. Algo que no puede ni debe olvidarse, porque no hay números, hay personas.

Y cómo encontrar respuestas, si hoy después de un año parece que la única certeza es la incertidumbre. Esta podría ser una de las preguntas que hoy nos hagamos, porque el impacto de esta pandemia está siendo claramente desigual en la población y a la incertidumbre se le une una decepción general que ya ha provocado una enorme perplejidad en la sociedad....por eso creo que hay que dedicar más tiempo a reflexionar sobre lo que nos está llevando de la indignación a la perplejidad y mucho menos tiempo a hablar de aquello que los peor valorados quieren que hablemos.

1 comentario:

  1. Realmente la pandemia está afectando a todas las personas de una forma u otra, pero a las personas jóvenes principalmente y más a todos y todas aquellos q les ha sorprendido sin trabajo.

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