Es difícil escribir y mirar para otro lado cuando las imágenes te quedan helado. Algo así nos ha pasado en estos últimos días con lo sucedido en el terremoto de Turquía y Siria. Cuando suceden estas catástrofes las preguntas casi sobran, sólo cabe actuar rápidamente para intentar salvar al mayor número de personas que han podido quedar sepultadas. Nos sorprenden esos enormes edificios derruidos captados en el momento y nos quedamos asombrados por ello. Pero hay algo que nos llena y nos reconforta hasta donde se puede, es el esfuerzo de la gente, de los voluntarios. Da igual el frio, la nieve, la noche cuando se trata de no perder el hilo de la esperanza. Mientras el esfuerzo continúa, las familias siguen esperando una señal porque no se resignan a perder la vida de sus familiares, y junto a ellos, el esfuerzo de esos equipos de rescate por buscar bajo los escombros. Un llanto, una señal, un grito, una luz....esos aplausos de la gente cuando ven que alguien sale con vida después de haber estado sepultado durante varios días. Y después están esas imágenes de esos niños y niñas rescatados que al ver la luz muestran su asombro porque no saben qué ha pasado, ni conocen la cara ni la voz de quien los ha encontrado, pero que se agarran a ellos con todas su fuerzas como queriendo saber que se están agarrando a la vida.
Comprobamos y vemos a esa gente que abre sus casas y sus corazones a tantos miles de desplazados. Es la humanidad de la gente que se ofrece y que abre el espacio de las emociones para dar calor. A los que estamos lejos, las imágenes nos acercan y la distancia en kilómetros no nos aleja ni nos esconde. La humildad aparece en los rostros y en la voz de la gente que sufre las consecuencias siempre. Esa mirada perdida hacia algún lugar de los que lo han perdido todo, parece querer preguntarse pero es incapaz de hacerlo porque pensando en todo, no piensa en nada. En qué puede pensar alguien que ha perdido a toda su familia, a sus seres queridos?. Cuando suceden este tipo de catástrofes lanzas una mirada a lo lejos y
te dejas llevar por el poder de los sentimientos. Por el poder de las
emociones que te golpea en el interior y abre el corazón.
Mientras los efectos de una catástrofe no terminan nunca de pasar porque se quedan vidas humanas y proyectos por el camino, en este mundo tan global la vida continúa y las noticias no tan impactantes ni importantes siguen en el diario del río de la vida. Pero como decía al inicio, es imposible obviar lo sucedido. Se quedan imágenes en la memoria en cualquier catástrofe que nos acompañan durante toda la vida. Siempre sucede y estoy seguro que mientras podemos leer esta entrada, es muy posible que nos acordemos de alguna de ellas. El vídeo que hemos podido ver del rescate por la UME de dos menores y su madre, los cuales llevaban varios días sepultados bajo los escombros. Como también ese vídeo del rescate del pequeño Karam por la asociación humanitaria Cascos Blancos, que sonríe y golpea con sus manos a los rescatadores, como queriendo reconocer a unos bomberos con los que posiblemente podrá llegar a jugar algún día como si fueran sus propios juguetes.
Historias de supervivencia que dan fuerza y esperanza a los rescatadores, aunque cada día que pasa es una posibilidad menos. Pero son historias que dan sentido a la humanidad y a la obligación y el deber que tenemos como sociedad de no olvidar que a todos nos puede pasar, por lo que ayudar y colaborar no cuesta nada. Siempre que suceden catástrofes vivimos momentos que nos demuestran lo que somos y nos decimos lo grandes que podemos llegar a ser cuando estamos juntos y unidos. Como decían los militares españoles "encontrarles ha sido un momento increíble"....y esos momentos vividos serán las grandes imágenes que los acompañarán durante toda su vida.
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