Hace unos días unos a raíz del último artículo que me publicó el diario HOY mantenía una conversación con ciudadanos. Un contacto con temas totalmente abiertos de gente que está preocupada por el proyecto de ciudad que se está construyendo, por su crecimiento, también por las infraestructuras y porque la falta de planificación es un asunto que nos está preocupando a mucha gente. Lo hicimos porque la base de ese principio era el de hablar de nuestra ciudad, de Badajoz. Sin cuestiones políticas de unos o de otros, simplemente hablamos de lo que el título de mi último artículo reflejaba. #HablemosBadajoz.
Y hablamos de las posibilidades de una ciudad que aspira a
ser referencia sin esperar a que el día a día consiga marcar el futuro y sus
esperanzas. De una ciudad con enormes posibilidades que necesita de más ganas
de cambiar su destino y de unos políticos que con sus mayorías absolutas aún no
saben qué quieren hacer para los próximos veinte o treinta años. De una ciudad
que crece en extensión y población, pero que también profundiza en dos clases
de ciudades. Una ciudad prototipo moderna que crece, con recursos y servicios,
y de otra donde vive mucha gente y a la que cada día le cuesta más acercarse a
esa ciudad de vanguardia porque no se la tiene en cuenta.
Hablamos de una ciudad donde su patrimonio sólo se vende en
fiestas y no como el mejor recurso que podría llegar a ser el eje de su
crecimiento turístico para convertir sus piedras en el mayor capital de su
futuro. Y comentamos cómo otras ciudades similares lo han conseguido porque
llegaron al convencimiento de que ese legado histórico lo construyeron para que
algún día fuera una fuente de recursos. Hablamos del crecimiento económico y de
los proyectos que se anunciaron pero que el sentimiento del “ave, ave” lo
tenemos tan interiorizado que consigue que nos cueste convencernos de que
nuestro destino lo tenemos que conseguir nosotros, porque nuestra historia no nos
puede condenar a estar resignados.
Compartir ideas y contrastar con ciudadanos es un aliciente
que nos ayuda no sólo a mantener una conversación, sino también a escuchar
ideas para tener un enfoque más de luces largas. En las visitas por los barrios
de la ciudad compruebo el estado de muchas infraestructuras y ello nos da la
posibilidad de poder conocer el interior de la ciudad. Porque una ciudad no son
sólo las calles por donde más vehículos circulan o por donde más pasean los
ciudadanos. Una ciudad es también el interior de esas calles por donde los
vecinos se llegan a saludar, donde se llaman aún por su nombre. Esto también
forma parte de la ciudad donde vivimos y hay muchas calles donde eso todavía es
la práctica.
Decía hace unos días que la ciudadanía necesita de
referencias para identificarse. Y Badajoz necesita ser identificada porque
tiene su mayor patrimonio en el corazón del interior de su historia. En
nuestras conversaciones como ciudadanos había una conclusión clara y es que ello
necesita de una apuesta firme y ambiciosa creyendo y haciéndonos creer a los
ciudadanía, que ese paso es el que hará que la ciudad consiga esa identidad.
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