Suelo dedicar un tiempo a la lectura de informes y documentos que analizan todos los ámbitos que nos pueden dar argumentos para seguir observando realidades. En estos días se ha publicado un nuevo informe de "la Universidad Española en cifras". Siempre la Universidad va a estar analizándose porque permanentemente tiene que estar innovando y actualizándose. Porque tanto para el sector público, como para las empresas y para la sociedad en general, constituye entre otras razones, su razón de ser. Qué sería de la Universidad sin esa actualización que permite su análisis y los cambios necesarios. Qué sería para las empresas sin los avances del conocimiento que facilita, permite y transforma la Universidad. Y qué sería para la sociedad en general sin una Universidad que consigue mantener un espíritu crítico como fuerza dinámica y de reflexión del conjunto de los ciudadanos tanto jóvenes como mayores.
En mis años en la Universidad pude comprobar la necesidad de mantener un espíritu crítico y reflexivo por la necesidad de descubrir un nuevo espacio que aporta tanto al crecimiento económico y a la solidaridad social. También comprobé como existe un cierto distanciamiento de gran parte de la sociedad respecto a lo que se puede hacer en la Universidad, más allá de las clases o de la labor de investigación y formación. Todo debería estar sujeto a cambios hoy en día porque cada vez tengo más claro que no hay una sola opción. En alguna conversación que tuve con profesores lo comentábamos. Quizás era una ventaja por aquello de ser mayor y comprobar en la experiencia que aporta el río de la vida, el que las teorías están bien, pero que la práctica y el desarrollo nos lleva a tener otros argumentos.
Según refleja el informe al que anteriormente me refería en el apartado dedicado a la inserción laboral de los egresados, ésta constituye una de las prioridades de los jóvenes cuando deciden cursar estudios universitarios. Es cierto que una formación superior protege contra las crisis y contra el desempleo general y que respecto al conjunto de la población activa, los egresados ven reducida su tasa de paro un 44% y los titulados de Máster, un 49%. Pero un apartado que siempre aparece es el referido a la sobrecualificación, sobre el que debería profundizarse porque es una gran anomalía de nuestro mercado laboral. Porque muchos de estos jóvenes egresados llegan a aceptar empleos que no requieren cualificación o que están por debajo de su nivel de estudios y esto decepciona, porque la temporalidad y los bajos salarios les impiden conformar un proyecto de vida, y por otro lado conlleva a otros costes en los jóvenes con cualificaciones más bajas, que ven como son ocupadas sus opciones laborales por los egresados.
Hay que reflexionar sobre el futuro siempre, reconociendo que es difícil acertar en un tiempo donde existen más incertidumbres que certezas, pero el sistema universitario español debe mostrarse más cercano y adaptado a las exigencias de los nuevos tiempos. La Universidad es motivo para reflexionar en presente y, sobre todo en futuro, porque de ello depende en gran medida el que avancemos y pueda producirse un cambio real. Un cambio que tiene que provocar el que la escuela, la empresa y el sistema puedan hacer posible de forma compartida el poner las luces largas para ver cuanto más y mejor las necesidades que el sector público, las empresas y la sociedad en general demandan y necesitan, para lo cual el sistema universitario español debería revisar su misión en la nueva sociedad del siglo XXI.
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