Esta última semana han coincidido muchos "festolines" en la ciudad de Badajoz, que diría mi compañero tertuliano de la Academia de Onda Cero, Álvaro Meléndez. Es el nombre que le suele dar a cuando hay fiestas. No es que las critique, pero en alguna ocasión ha dicho que estamos pensando en exceso en las fiestas o que hay un calendario sin estar publicado ni ser oficial, pero que en resumidas cuentas no hay un mes en que no haya actividades que podríamos denominar con ese nombre que ya nos hemos aprendido todos en la tertulia y que seguro que muchos oyentes también.
Entre la Fiesta de Los Palomos, declarada como fiesta de interés turístico regional y otras menores que se han celebrado en algunos barrios de la ciudad, hemos tenido un fin de semana de "festolines" a lo grande. Si a ello unimos la final de la Champions y su celebración en plan festivo por los muchos madridistas que hay en la ciudad, pues se podría decir que no había una zona de la ciudad sin un espacio festivo. Pude leer en alguna de las redes que ojalá hubiera el mismo compromiso con el equipo de la ciudad y no sólo cuando se regalan entradas. Quizás es que lo que pasamos hace tan sólo cuatro años nos ha cambiado y hoy tenemos como una cierta necesidad de vivir si cabe con más intensidad o es que al final lo que nos sucede es que nos gusta la fiesta, porque como llegó a decir alguien que llegó a ser Presidente de nuestro país, "los españoles son muy españoles y mucho españoles".
También somos gente que buscamos el compartir y convivir. Algo muy necesario y saludable en este tiempo que estamos. Necesario porque en las ciudades no se comparte igual que en un pueblo. La gente estamos como más metidos en nuestra faena de cada uno y casi no nos saludamos a excepción de los que vivimos en el mismo edificio o con aquellos que compartimos algún día durante la semana al salir a dar un paseo o a disfrutar un ratito sentados en una terraza. En un pueblo es muy difícil no saludarse o preguntarse, porque la gente se conoce y se saludan por su nombre. Y esa es una de las razones del compartir y convivir en las ciudades. Porque un ambiente de sana convivencia se construye cotidianamente desde la experiencia y el contacto con otros que viven a tu lado, que pasan por la misma acera que tú pasas y que cuando necesitas un ratito para conversar o descansar se ofrecen de forma desinteresada para pasar un ratito sentado en un parque o dando un paseo y poder charlar, y todo esto nos lo podemos encontrar en el barrio donde convivimos y compartimos.
Por todo ello y por otras razones, siguen siendo muy importantes las fiestas en los barrios. Porque se exponen los trabajos de los talleres de toda una temporada y se llevan a cabo conferencias y exposiciones. Porque se muestran los trabajos artesanos y de vecinos que de forma anónima tienen pequeños tesoros a los que se dedican de forma altruista. Porque se realizan actividades culturales y musicales. Porque se realizan calderetas o paellas en el día del vecino. Y porque los vecinos y vecinas durante esos días nos acercamos más y nos preguntamos. Porque al final somos pequeños espacios de ciudadanía que enriquecen las relaciones y que ayudan a que la convivencia, el respeto y el reconocimiento se produzca. Por eso no se entiende que el Ayuntamiento no apueste por dar más facilidades y ayudas a las Asociaciones de Vecinos que consiguen dinamizar y dar un poquito de color al barrio donde un día los ciudadanos que conviven y comparten apostaron su proyecto de vida, porque apostar por la pluralidad y por la sana convivencia nos permite desarrollarnos como personas y vivir desde el reconocimiento y el respeto a los valores humanos.
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