Hay momentos en nuestro río de la vida que se sienten de manera especial y se quedan en los adentros para siempre. Son esos momentos inolvidables y únicos que todos podemos llegar a vivir. Permanecen y nos acompañan durante el resto de nuestra vida. Sí, en ese interior que podríamos llamar como el secreto del alma, si es que existe como tal. Pienso que hay que dedicarse esos momentos porque al final son lo que nos quedarán y nos llevaremos hacia el lugar donde algún día tengamos que estar. Hay que vivirlos y disfrutarlos porque sólo vivimos una vez. Porque la vida nos puede dedicar esos momentos de felicidad y tenemos el derecho a ser felices. ¿Porque, qué es la felicidad? Acaso no es vivir el momento disfrutando con lo que podemos sentir?. Por ello nos tenemos que dar tiempo para amar, ser, disfrutar, pensar, sentir, porque puede que sean esos momentos los mejores de nuestra vida. Nos lo decía José Luis Sampedro "el tiempo no es oro, el oro no vale nada: el tiempo es vida".
Llevaba mucho tiempo sin hacer un viaje largo en tren. Siempre me encantó. Mi origen y mi infancia, mi procedencia por ser hijo, nieto y sobrino de ferroviario. Cuántas historias soñadas y disfrutadas en aquellos años desde la sencillez de aquellos viajes aprendiendo a hacerme adulto. Un viaje en tren que me permitía disfrutar desde ese sentir en ese momento pensando en la experiencia que iba a vivir. De pie en la ventana de la cafetería del tren. Observando con la mirada puesta a lo lejos. En esos valles y montañas que hay que superar y que nos enseñan tanto para la experiencia de nuestro rio de la vida. Tan lejos miraba como podía soñar lo que en las próximas horas viviría. Pensando en vivir ese momento después de mucho tiempo soñando en ello. Contando las horas que me permitirían vivir algo inolvidable y único. Sabía que no me iba a defraudar. Cómo nos va a defraudar aquello que nos hace temblar por dentro y que nos puede poner a los sentimientos a flor de piel. Imposible, porque los sentimientos son algo natural que nos llena de emociones que aparecen por todos los poros de nuestro cuerpo. Y la vida en buena parte, es vivir las emociones.
Han pasado unos días y la mente está más relajada. Ahora los recuerdos invaden esos momentos vividos. Únicos y sencillamente maravillosos. Me fui a vivir el ambiente unas horas antes. No importaba el no conocer a la gente, porque su música hacía que te conocieras y te pudieras relacionar con la gente como si hubieras estado todo un día compartiendo. El tiempo es vida y esas tres horas del concierto que viví viendo y escuchando a Bruce Springsteen en Madrid remueven el alma y la renuevan, haciéndote disfrutar cada minuto como si se detuviera el tiempo y estuvieras en un permanente gozo con lo que se puede llegar a sentir. Es una experiencia muy recomendable. Mágica, porque el concierto es espectacular y tiene magia. Te hace soñar. Te hace sentir y darle a la vida toda la dimensión que podamos llegar a alcanzar. Dar valor a vivir el momento, porque esas horas se quedan en los adentros de los sueños y del corazón.
Lo vivido y disfrutado ya no puede quitármelo nadie "que me quiten lo bailao"....Yo estuve allí. Hablando en el palco con los que compartí el concierto me encontré con gente que como yo era la primera vez que lo veían y también una pareja que era la séptima vez que asistían. Se respiraba en nuestro interior un mundo de afectividad y emociones. Un estar en posición de pertenecer al mundo de los afectos hacia una persona que lleva muchos años emocionando y llenando de fuerza y sentimientos a millones de personas. Han pasado unos días y sigue golpeando en mi interior esa fuerza de esa noche en forma de sentimientos inolvidables y maravillosos. Es posible que sea la proximidad de la noche mágica de San Juan que cada año me hace agradecer a la mujer que me trajo al mundo el seguir disfrutando de la vida. Por ella y por toda mi familia que me animó para poder asistir a vivir algo único y sencillamente espectacular. Boss, muy GRANDE...."Yo estuve allí".
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