En este espacio donde el silencio de la mañana te permite observar y refrescarte. Pensar y reflexionar sobre esos momentos en los que el tiempo se detiene en nuestro interior. Donde se asoman los recuerdos de conversaciones y levantas la mirada hacia ese cielo azul que invaden en la cercanía los llamados vencejos. Con su vuelo rápido y vertiginoso que por momentos parece que van a chocarse. Ajenos al silencio y sobre todo al ruido, pero prefiriendo la libertad de volar sin importar la velocidad. Sin resignarse a que otros les marquen no ya el vuelo, sino también el camino. Podríamos llegar a ser todos un poco vencejos que teniendo una mirada hacia los problemas cotidianos, los bulos y mentiras de hoy más las convulsiones políticas con las que nos enfrentamos los ciudadanos, no nos resignaran a dejar de volar, pensar y reflexionar.
Y en ese vuelo desde la observación compruebo como todos se respetan. Aparecen y desaparecen en su velocidad y en su forma de registrarse, en su forma de reclamar su camino. Desaparecen para presentarse de nuevo haciendo curvas, porque las curvas también forman parte del paisaje y ellos las saben controlar. Como igualmente saben controlar el no pisar la tierra, porque siempre están volando y para ellos es como si andar constituyera un peligro. Quizás por su dificultad o por no saber andar. Ajenos de nuevo al ruido y a la contaminación de este tiempo. Ellos no tienen dificultad en seguir volando donde encuentran su libertad. Puede que sea por no querer saber nada de los otros que se encuentran abrazando el viento. Puede que sea por un peligro que sólo ellos ven y que al comprobar que son más grandes y pesados, les hace pensar que es un peligro y prefieren no arriesgar. Guardar su espacio y reencontrarse felices en la soledad de su vuelo es su objetivo y se puede decir que lo consiguen.
También es posible que los vencejos no quieran cambiar su camino. Hasta es posible que tengan miedo al cambio. Porque se preguntarían si merece la pena. Porque son más bien tradicionales y para ellos poder seguir volando en su mundo les resulta más confortable. Puede que sea una causa y trato de hacer volar una metáfora que se me ocurre mientras escribo. Porque cuando los vencejos se juntan y coinciden volando por la misma calle comprobamos que hay espacio para todos. Y si los vencejos se juntan, coinciden en el mismo espacio y no se resignan a que se produzcan cambios, igual es esta la razón por la que nadie les dice que eso no lo pueden seguir haciendo, porque hoy los tiempos han cambiado y se trata de compartir y participar. Compartir, participar y superar la fuerza del viento, al igual que hacen las grullas cuando al volar se colocan en forma de flechas.
Y si seguimos así, nos podríamos preguntar. Preguntarnos, porque si no volamos en forma de reivindicarnos, en forma de no resignarnos, ¿a quién le estamos dejando el espacio por el que todos deberíamos poder volar respetándonos?. ¿Le dejamos el espacio al ruido y al bulo, a la contaminación de aquellos medios que han nacido para hacer más negra la nube? Y quizás se trata de ello, de preguntarnos, de reflexionar y no resignarnos y también de reclamar el espacio que como parte de esta sociedad nos pertenece. Por ello los vencejos no se detienen. Porque saben que a la dificultad de hacerlo, otros que son más grandes, pesados y poderosos no les dejarían volver a volar en libertad. Y volar en libertad significa hacer más grandes las avenidas para que todos con respeto podamos volar por ellas.
Muy acertado. Gracias y abrazos!!
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