"Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros" es una frase que se le atribuye a Groucho Marx. Pero parece que la frase original apareció en un periódico en Nueva Zelanda en 1873 y decía "estos son mis principios, pero si no le gustan, yo los cambio". Es muy parecida, pero hay alguna diferencia. Tengo otros o cambiar sería la pequeña diferencia sujeta a interpretación y matización. Es una frase que en cualquier caso es muy utilizada y que casi siempre se vincula o relaciona con el político aunque también en otros ámbitos podemos comprobarla. Escribíamos hace algún tiempo sobre lo poco que cuesta mantener la palabra y lo fácil que se está haciendo el cambiarla. Los principios y el ser coherente hoy en día deberían tener más valor, pero hay episodios en los últimos tiempos que han conseguido que se pierdan y dejen de formar parte de ese espacio de hacer lo que se dice quitándole por tanto, el valor a la palabra dada.
En esta última semana me apetecía seguir reflexionando sobre los incumplimientos de los compromisos de los políticos. Me publicaban un artículo de opinión en el diario Hoy con el título "el papel lo aguanta todo". Un mensaje de un amigo me decía: Lo hacen todos y debe ser que el interés por aparecer dos veces anunciando lo mismo, creen que con ello consiguen el que nos olvidemos de cuando lo anunciaron. Y eso cuando lo cumplen, porque las palabras las matizan, las cambian o se inventan un significado. Nos toman por tontos, me decía otro. Otro amigo me decía que en los últimos tiempos era algo que se había empezado a considerar que entraba dentro de lo normal el cambiar de opinión o de criterio. Por eso la frase que inicia esta entrada. Porque no se trata de palabras que se dicen. Se trata de falta de compromiso. De faltar a la palabra. De no tener relación lo que se dice con lo que se hace. Y ahí aparecen otras frases muy socorridas "la pela es la pela", cuando es el dinero el que condiciona la situación y posición social. También aquella que interpreta "es la economía, estúpido", cuando los éxitos no los condiciona la política, sino la economía.
Y algo de todo esto, está pasando en nuestra región en esta última semana o quizás a lo largo de la legislatura. Empezó mal haciendo aquello que se decía que no se iba a hacer nunca, porque la palabra vale más que otra cosa. Lo dijo la Presidenta de la Comunidad de Extremadura. Pocos días después, sus principios y su palabra no valían nada cuando desde Madrid la llamaron al orden. Y en estos días, la decisión de Vox de no apoyar al PP en Comunidades en caso de que estos acordaran con el Gobierno del país el reparto de menores inmigrantes no acompañados, ha llevado al Consejero de Vox en el Gobierno de Extremadura en menos de 24 horas a pasar de hacer lo que le pidiera su Presidente nacional en coherencia y lealtad, a cambiar su palabra por el sillón. Su lealtad ha dicho, cuando lo sucedido tiene que ver con su interés y el de la Presidenta en seguir como Consejero. Hace un año asistíamos a un sainete de palabras y falta de cumplimientos de la palabra dada. Un verdadero teatro con actores secundarios aquí y los principales en Madrid. Cambiar decisiones y compromisos cuando se tiene una responsabilidad de tan alto nivel condiciona y no da credibilidad ni estabilidad ni es bueno para nadie.
Hay que ser consciente de que en este tiempo de incertidumbres nuestra forma de pensar y de actuar puede tener algún altibajo o pasar por algún momento de inseguridad. Todo el mundo tiene dudas en un momento dado, porque dudar ayuda a pensar y reflexionar, ayudándonos a mantener un equilibrio entre lo que decimos y hacemos. El principio de coherencia en la política debería pasar entre otras razones por ahí. Cada día es más complicado encontrar esas razones y a políticos que mantengan ese principio. Porque reconociendo que no todo es fácil, en absoluto se puede tratar de si los principios gustan y si no, se cambian por otros.
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