La llamada matanza de Badajoz ha cumplido en estos días 88 años. Cada 15 de agosto se recuerda en la ciudad con mucho sentimiento los hechos que sucedieron y que dieron la vuelta al mundo. Y en ese día somos muchos los que acudimos a que el recuerdo se mantenga, permanezca y se recuerde por todos, porque la historia hay que seguir contándola. Un homenaje sencillo como recuerdo a las víctimas de la represión franquista en la ciudad. No se trata de nada más. Porque sobre todo se trata de que la verdad, la justicia y la reparación y el deber de la Memoria sigan estando presentes. Presentes porque la historia tiene que ser recordada para no caer en el olvido y para que nunca más se repita. Son otros tiempos, pero el sentimiento prevalece como se siente en el alma de los familiares. Y es por ello que ese deber de estar sigue formando parte del estado de los que nos identificamos siendo familiares o no, siendo Socialistas o de otros partidos y organizaciones sindicales, siendo conscientes de que la historia tiene que guardar un espacio para siempre de lo que sucedió. Porque entre otras razones, hay una que es poderosa porque sale del corazón y es la de guardar un momento para que los sentimientos afloren. Y puedo decir que ese día los sentimientos salen de los poros de la piel como ninguno.
Hablar con familiares de aquellos que perdieron la vida y que mantienen en su memoria y recuerdos a aquel familiar cercano. Te cuentan. Notas, sientes y compruebas cómo en ese momento hay brillo en los ojos. Y ese instante en que preguntas y te cuentan, te hacen compartir y mostrar respeto. Los mataron por ser de izquierdas, socialista, comunista, anarquista, por ser sindicalista o campesino, por ser amigos de los rojos o por no ser adepto al régimen golpista, entre otras muchas razones. Historias que estuvieron muchos años ocultas y que el silencio hacía que cada vez se hablara menos de ellas entre los propios familiares por diversas razones. Historias que nos tienen que recordar para siempre que, por encima de las ideologías, están siempre las personas y que en los momentos decisivos, siempre podemos y debemos ser capaces de lo mejor. Y entre lo mejor está también el de hacer ese homenaje a los que de una u otra forma durante muchos años se vieron obligados a guardar silencio.
Y en estos tiempos que corren hoy, aún más hay que seguir rindiendo este tipo de homenajes sencillos, porque de alguna forma fortalecen para que el silencio y la ocultación acaben. Es igual lo que piensen quienes quieren que este tipo de actos no se celebren. No se hacen por rencor. Se hacen para que no se olvide y se recuerde a personas que por defender, seguir o sentir, sufrieron con su vida. Ellos al ser fusilados, y sus familiares que han seguido sufriendo el silencio que tuvieron que mantener durante muchos años. Han pasado muchos años y ese legado de aquellos que murieron, tiene que ser recordado como forma de defender la vida para reconocer a aquellos que defendieron la libertad.
Después de 88 años muchas familias siguen sin saber donde están sus familiares. Hace unos días una amiga nos comunicaba a través de un grupo de redes que le habían notificado parte del expediente de su abuelo y que a un hermano suyo le harían una prueba porque habían encontrado cuerpos en una fosa. Mostraba su nerviosismo por la noticia y alucinaba con la lectura de la documentación. Ella sólo quería compartirlo como forma de desahogarse para recordar la memoria. Es dignidad, es historia. Y la dignidad es el valor de ese legado por el que hoy tantos años después tenemos que seguir recordando para que nunca se olvide. Se lo debemos, sobre todo a aquellos a los que le quitaron lo más preciado del ser humano, la vida.
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