Cuando llega el final de agosto y se inician los primeros días de septiembre tenemos la costumbre de decir que se inicia la normalidad. La vuelta al trabajo y a los colegios determina que la mayoría haya acabado el periodo vacacional y en los primeros días de septiembre se produzcan esos reencuentros, esas conversaciones y esa vuelta a lo de todos los días. Y también esa costumbre de las falsas promesas que después de pasados unos días se abandonan. Y también vuelve el ruido que no nos abandona. Eso que consigue que no estemos pendientes de las cosas que verdaderamente importan. Se aventura un inicio de curso político que será una continuación del de hace tan sólo unos días. Los políticos volverán a hablar entre ellos, para ellos y de sus asuntos. Esos asuntos que la gente termina diciendo "son las cosas de los políticos". Y caemos en muchos casos en un error, porque se termina no valorando la política.
Llevo unos meses centrado en otra mirada distinta y un tanto alejada de ese ruido mediático diario de lo nacional. Estoy observando lo más cercano, lo que veo y escucho hablando con la gente sencilla. Lo que puedo tocar y comprobar por mi mismo. Lo que he llamado como el valor de lo pequeño, de lo ignorado y oculto. Criticando y poniendo en público las desigualdades en Badajoz, denunciando la propaganda que nos quieren trasladar desde los responsables municipales de la ciudad de Badajoz. Gobierna el PP con mayoría absoluta en esta legislatura, pero lleva 30 años gobernando en la ciudad. Hace unos días se aprobaban definitivamente los presupuestos municipales, después de haberse rechazado las alegaciones que se habían presentado por ciudadanos, colectivos y por la Federación de Asociaciones de Vecinos. Unas cuentas para poco más de cuatro meses, si no vuelve a suceder lo que ya han hecho en otras ocasiones. Así estábamos desde hacía más de dos años y no nos extrañemos si lo vuelven a hacer. Ha quedado demostrado en la aprobación de los presupuestos que no escuchan y además mienten cuando dicen que han atendido las aportaciones de las Asociaciones, porque no hay ni una sola aportación recogida.
La mirada a lo cercano me reconforta porque es el espacio en que compruebas la realidad de lo sencillo. Una conversación con la gente que está preocupada por lo que pasa a su alrededor es absolutamente necesaria. Me atrevo a decir que hay que recuperar esos espacios para conectar con la gente que hoy no ha abandonado ese estímulo y esa reivindicación de estar preocupado en lo que nos pertenece a todos. Y esa es una de las razones que me está llevando a poner en público aquello que todo el mundo puede ver, pero que no reparamos por distintas causas. Aquello que el ciudadano tiene cerca cuando sale de su casa, cuando pasea por su barrio. Quizás por el ritmo que llevamos y por las preocupaciones que tenemos no nos paramos a observar. También por llegar a pensar que no se puede hacer nada y porque la gente se termina cansando de que no se les escuche o no se aporten soluciones. Hay que recuperar esos tiempos que forman parte del derecho de la ciudadanía a disponer de unos espacios en buen estado de conservación, mantenimiento y saludables, porque forman parte del estado de nuestra razón y es la obligación de nuestros representantes políticos el que podamos disfrutarlos manteniéndolos en condiciones sociales y medioambientalmente sostenibles.
Hace tiempo que venimos hablando de una desconexión entre la política y la ciudadanía. Los discursos no se escuchan y se podría decir que el relato lo acapara casi todo. Por ello aquello de que quien consigue que el relato entre primero, tiene ganado el espacio. Y esa es una de las razones de volver a esa mirada a la que me refería. Puede que no sea suficiente, pero puede que despierte una emoción que es muy necesaria. Hay que pararse a pensar en recuperar lo que hace que el ciudadano te pueda escuchar. Y por ello considero que es muy necesario centrarnos en esa mirada a lo cercano. Porque reconecta lo político con lo personal, lo acerca. Porque relaciona lo sencillo con el día a día de las personas. Porque le da sentido a la vida y la ciudadanía lo comparte, por ello necesitamos dar sentido y esperanza a lo cotidiano, a lo cercano, a lo sencillo.
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