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domingo, 9 de julio de 2023

El uso público de la razón....

Hace algún tiempo que reflexioné en el blog sobre la relativización y normalización en que han venido comunicándose los mensajes que descalifican en el ámbito político. Lo estamos comprobando en estos últimos meses donde se fomenta un cierto nivel de odio junto a la mentira como argumentos. Podríamos decir que se está todo dejando llevar hacia un nivel que nos debería preocupar mucho a los demócratas. Porque convertir como argumento el odio a la persona, es un arma que además fomenta expresiones radicales y donde de tanto repetir esos mensajes al final consiguen una visceralidad e irracionalidad sin precedentes, en los que da igual lo que se diga porque el objetivo es llegar a conseguir el fin. El fin es conseguir llegar al poder en muchos casos. El fin es conseguir crear un clima negativo y de descrédito hacia la persona en otros. El fin es conseguir convertir la mentira en una verdad, además de todo lo anterior. Ya lo decía el jefe de campaña de Hitler "una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad".

El odio y la mentira hacen daño y manipulan. Los mensajes con esos contenidos repetidos en el ámbito del espacio público se han convertido en el argumento de aquellos que no tienen otro objetivo que no sea el de todo vale. Hemos tenido ejemplos en estos últimos días. La divulgación de una lona donde se escenificaba y mostraba una mano lanzando a la basura varios símbolos sociales como la bandera LGTBI y otros logros del movimiento feminista son dos ejemplos recientes. El problema no es solo esta puesta en escena, sino que ha tenido que ser una resolución judicial a través de una denuncia, la que consigue que se haya retirado. Por eso me refería al peligro de normalizar o relativizar este tipo de actos, porque cuando esto se produce es seguro que está muy interiorizado en esa organización política y en un cierto sector de ciudadanos ese pensamiento. Da igual si se hace daño a la persona, a la convivencia entre españoles o se desprestigia al país o a la región. Y como prueba de ello, los acuerdos políticos que se están consiguiendo en algunas Comunidades Autónomas donde en el espacio de la cultura ya se empiezan a notar eliminando o impidiendo que se celebren otras de teatro. 

Y mientras todo esto pasa, los ciudadanos asistimos cada vez más divididos y más preocupados por lo que todo esto influye en la relación cotidiana de las personas que compartimos. Pertenecemos a grupos de redes sociales donde es raro no encontrarnos con una discusión. Donde no argumentamos, sólo discrepamos. Se ponen ejemplos de mensajes o memes de unos líderes políticos y de otros. No reparamos si ese aspecto informal, de risa o sátira que se divulga tiene un contenido ofensivo o no. Si sobrepasa lo que sería lo normal y se introduce en el terreno del insulto y la descalificación. Nos ponemos en la misma posición que muchos políticos hacen en algunos debates. Y sale el "y tú más". Mientras todo ello sucede, no nos estamos dando cuenta de que estamos poniendo nuestra aportación a la polarización y fragmentación de la sociedad y del grupo del que formamos parte en esa red. Nos adentramos en el terreno que sobrepasa la burla y pasamos al terreno de ciertas descalificaciones en lo personal. Es como si nos hubiéramos contagiado de lo que vemos en algunos medios y a algunos periodistas.

Estamos a dos semanas de unas elecciones generales que van a marcar en los dos grandes partidos un punto de inflexión, porque los resultados no sólo decidirán, también mandarán. Y estas elecciones no se están jugando en los programas y sus medidas porque ya casi no se leen y es lamentable. Tampoco en los mítines, porque este partido se está jugando en los platós de las televisiones. Quizás el periodismo también está sufriendo esta polarización porque nunca como en este tiempo los medios están viralizando esa fragmentación y dejándose llevar, al haber olvidado que el eco de la opinión pública tiene que superar al eco del ruido y de la posverdad. Es especialmente importante que el periodismo vuelva a ser el espacio del uso público de la razón porque tiene una tarea fundamental: la de dar una información veraz y fiable para que los ciudadanos podamos tener argumentos para estar mejor informados.

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