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domingo, 25 de septiembre de 2022

La polémica de los impuestos....

Tengo un buzón de Correos a escasos 50 metros de mi portal y en ocasiones me hace recordar otros tiempos. Ya no se depositan cartas ni presta el servicio que prestaba hace algunos años. Ahora incluso su color ya no es ni amarillo ni verde, es azul. Ahora el buzón que funciona es el digital., donde almacenamos todo tipo de correos y archivos, pero donde también nos perdemos porque terminamos por olvidar lo que contiene. Pensaba en esos tiempos donde Correos cumplía una importante labor social universal y donde era un servicio público reconocido por los ciudadanos. Nadie llegaba a donde llegaba Correos. A través de las comunicaciones de cartas y tarjetas acercaban a los ciudadanos, facilitando la conexión, sin necesidad de estar conectados a través de una red. La red de entonces era completamente pública y no hacía falta casi pagar para estar conectados. Se prestaba obligatoriamente en la totalidad del territorio durante al menos cinco días a la semana. Hoy el servicio de Correos lo tienen bastante desmantelado y aunque no ha perdido toda su esencia, es como si hubiera dejado de ser un Cuerpo. Antes decíamos "somos del Cuerpo de Correos". Creo que se nos reconocía así por la Ley de Cuerpos de Correos y Telecomunicación de1978.

Casualidad del pensamiento, en estos días aparecía en una página de opinión un artículo sobre Correos. Se preguntaba el articulista ¿ cuánto de aquel espíritu de servicio permanecería todavía detrás de la actual y semiprivada cornamusa de perfiles digitales, de pantallas y tablets, empleados eventuales y códigos de seguimiento?....por poner algunos ejemplos. Poco o casi nada, la verdad. Antes casi todos los trabajadores eran funcionarios, hoy la mayoría tienen contratos eventuales y muchos de ellos para dos o tres días y fines de semana. Los Sindicatos vienen denunciando el proceso de desmantelamiento del correo público español que desde hace cuatro años viene promoviendo el actual Gobierno. Recuerdo movilizaciones, compromisos y esfuerzos realizados desde los Sindicatos defendiendo el Correo público. Siempre hubo una intención de privatizar el servicio y siempre nos enfrentábamos con el Gobierno que fuese defendiendo su carácter y entidad como servicio público y hoy cuando hablas con algunos de los compañeros que aún trabajan te lo dicen todo "nos han cambiado tanto, que ya no somos ni tenemos Cuerpo".

Puede parecer que el asunto de Correos no tiene nada que ver con la "guerra" en la que el Gobierno y alguna Comunidad Autónoma están enfrascados en estos días. Ahora van a entrar todas, porque cuando tocan lo de cada uno, ya tienen asunto para hablar. Han creado una polémica y ahora está el tema entre las prioridades de nuestros políticos. Es el asunto de los impuestos y a veces me lo pregunto, porque tengo la impresión de que no se quiere hablar del porqué de la finalidad y los objetivos de los impuestos. Puede que sea porque es polémico y muy dado a marcar diferencias. Mucho más en estos momentos donde la gente lo está pasando como lo estamos pasando y donde se presta a todo tipo de interpretaciones maliciosas e interesadas. Cuando defendíamos lo público siempre hacíamos una llamada para relacionarlo con los impuestos y decíamos que Correos seguiría siendo un servicio público mientras no se cuestionara su esencia de ser un servicio para atender a todos los ciudadanos independientemente de su clase social o donde tuvieran su residencia. Y esa es la naturaleza e identidad de cualquier servicio público porque lo sostenemos los ciudadanos con nuestros impuestos.

Y es por eso que el tema de los impuestos es polémico y siempre se eterniza de forma interesada porque interesa. Porque nadie se pone a hablar de cómo afrontar la forma de contribuir a la caja común y de la necesidad de un sistema tributario no sólo justo, sino que contemple la realidad económica, social y laboral del siglo XXI y no de la de hace 40 años. Por eso tengo la impresión de que siempre que se habla de impuestos se hace pensando en la Autonomía más que en el Estado. Me lo decía un amigo hace unos días. La sociedad de la transición tenía muy pocos derechos y muchos deberes. La de la democracia empezó a igualar derechos y deberes. La sociedad de hoy anda confundida y habla poco de deberes porque hoy tenemos más derechos. Con el tema de los impuestos y a fuerza de equivocarme creo que andamos un poco liados, porque cada día hay más polémica entre los políticos y se piensa poco en lo de todos, que es precisamente el mayor argumento y finalidad de los impuestos: cuidar lo de todos, sin pensar primero en lo de cada uno.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Como siempre, el ciudadano....

Los ciudadanos estamos asistiendo durante estos últimos días a todo un acontecimiento mundial. Digo lo de asistimos porque con todos los medios dedicando varias horas diariamente a los actos del funeral de la que ha reinado durante más de 70 años, es como si estuviéramos viviendo los actos sin estar físicamente presentes. Es imposible no escuchar o ver en un medio algún resumen diario, información, noticia o documental. Es hasta posible que todo esto lo tengamos asumido y que, como decíamos hace unos días, forme parte del llamado proceso de normalización normalizada que nos ha introducido la vacuna. Lo escuchaba en uno de los desayunos de esta semana: la vacuna no sólo nos ha "inmunizado", nos ha cambiado de tal manera que asumimos ver este tipo de acontecimientos y la dedicación del tiempo por los medios, como algo que forma parte de este nuevo tiempo postcovid o quizás es que siempre tuvimos un comportamiento así. Es como si todo formara parte de una anestesia en la que nos encontramos los ciudadanos, por ponerle un poco de ironía a esta parte de la historia que vivimos y sufrimos.

Hace unos días en una charla con compañeros nos planteamos debatir sobre asuntos cotidianos que vemos, escuchamos o sufrimos como cualquier ciudadano. Lo ponemos encima de la mesa, seleccionamos y debatimos. Nos llevó más tiempo hablar sobre el tema de las reclamaciones cuando compramos algún producto o ante la Administración por el procedimiento que conlleva. Estuvimos hablando sobre el derecho de reclamación y el proceso que sigue el mismo. Las hojas de reclamaciones en el ámbito privado que tienen que poner a disposición todas las empresas y la información previa del derecho que tenemos como consumidores. Por lo que llamamos a la oficina de consumo y fuimos preguntando. Nos dimos cuenta del proceso tan engorroso y de la dificultad de salir adelante la reclamación. El ejemplo era la adquisición de un vehículo con cuatro años de antigüedad y comprado hace poco más de un año en el concesionario Serrasán y que dos meses después de haber realizado la revisión ordinaria en su taller, comienza a tener una avería. Reconocen después de mucho insistir en que se trata de un posible defecto del fabricante y que debe sustituirse el depósito de urea, comunicando que lo envíe a otro taller para que lo puedan reparar, porque si lo reconocen así, podría resultar con un posible descuento. Se le insiste en el problema y el coste que supone y la respuesta sigue siendo la misma. Y cuando se le hace la observación de que pudiera haber sido vendido con el problema, no lo niegan y su respuesta es que ellos no lo pueden observar, pero que ellos tienen que vender vehículos.

En contacto con la oficina de Consumo posteriormente y en conversación telefónica con una técnica, comprobamos que no tienen conocimiento de este tipo de problemáticas y se les insiste a que cuando dispongan de tiempo puedan observar Petición de firma para cubrir el fallo de fábrica del depósito de urea ....donde hay en la actualidad casi 11.000 personas que han firmado reclamando una solución a este problema. Después de explicar el proceso y el tiempo desde que se adquiere el vehículo e insistirle sobre la indefensión en que queda el consumidor, comunica que se ha pasado el plazo de un año de la garantía y que resultará muy complicado poder demostrar el problema, aunque tenemos el derecho de reclamar, pero será difícil que el fallo sea a nuestro favor. Con esta respuesta de la técnico nos quedó la impresión de  que no hacía falta que hiciéramos la reclamación. Le insistimos en la indefensión que queda el consumidor y que entre las funciones de Consumo está la de orientar, informar y asesorar a los consumidores y usuarios sobre sus derechos y la forma de ejercerlos, no la de comunicarles que será difícil demostrar el problema.

Otro de los asuntos que debatimos fue el de la exclusión en una lista de posibles aspirantes a cubrir plaza como contratado en la Universidad. Habiéndose publicado lista de admitidos y excluidos y dentro del plazo de reclamación, se entregan los documentos por las que se aparece como excluido. Se publica lista definitiva de admitidos sin reconocerse la reclamación con los documentos aportados que fueron objeto de la exclusión primera. Se comprueba que, por parte de la funcionaria de Registro que es la encargada de la comprobación de los documentos aportados, no se ha hecho llegar a la Comisión de lista todos los documentos que por vía electrónica se habían entregado y registrado. Conclusión: petición, reunión, nueva reclamación, comprobación de los documentos en papel y ahora toca esperar a que la Comisión valore el recurso de alzada interpuesto para decidir si hay o no inclusión, y en caso contrario quien va a pleitear con la Universidad y enredarse en un proceso de recursos administrativos que tienen un alto coste de tiempo y dinero? 

Algo parecido, aunque de otra forma, nos pasa a veces cuando acudimos a una entidad bancaria o nos elaboran un presupuesto de cualquier cosa. Todas las puertas se abren para que entres, pero en muchas ocasiones solo para que entres y "te pillen". Cuando empiezas de verdad a conocer si las puertas permanecerán abiertas, es cuando tienes un problema que no puedes resolver. Entonces es cuando compruebas si efectivamente continuarán totalmente abiertas. Lo descrito en el texto de esta entrada no es ficción, es realidad. Y es que estando en un Estado de derecho y teniendo hoy más derechos que ayer, creo que el que se tengan que demostrar siempre por parte del ciudadano la vulneración o veracidad de los derechos y los hechos que aquí se expresan, nos deja en una cierta indefensión y nos impide, de una u otra forma, el poder ejercerlos con plenitud en toda su totalidad y extensión por los procedimientos de prueba que hay que desarrollar y demostrar....y al final nos quedamos con que unas veces por la empresa privada y otras por la pública, el caso es que siempre somos los ciudadanos los que tenemos que pagar las consecuencias.

domingo, 11 de septiembre de 2022

Primero en el territorio....

Puede que estemos viviendo una época en la que los asuntos políticos se pretenden plantear en términos de personas y liderazgos más que en las políticas que se deberían de llevar a cabo. Ello seguro que genera polémica y más en los momentos actuales, donde la valoración de los dos principales partidos políticos y con ello de sus líderes, adquiere más importancia porque tanto uno como el otro se la juegan de aquí a poco más de un año o antes. Puede que esto sea una consecuencia del tiempo que vivimos, donde a veces lo importante y que realmente nos interesa a los ciudadanos queda un tanto desdibujado u oculto porque los medios ponen en valor la polémica y las palabras que pueden ser los titulares y que posteriormente dan que hablar en las tertulias de los medios y ya no digamos en las redes sociales. En las redes sociales, el fanatismo y la defensa a ultranza de los líderes nos lleva a distraernos de lo objetivamente importante, porque no hay debate, sólo discusión de los partidarios de unos contra los otros.

Estamos en lo que se viene a llamar inicio de curso político. Suele suceder siempre cuando empieza el mes de Septiembre de cada año. Los propios políticos lo definen así. Pero en esta ocasión, el inicio no será igual porque el próximo año hay elecciones y eso quiere decir que ya todo huele a elecciones. De momento, autonómicas y locales. Las generales tocan a finales del 2023 o ya veremos, porque el propio Presidente del Gobierno pudiera adelantarlas y no sería la primera vez que sucede. Nos quedan varios meses de encuestas y resultados que alimentarán el "debate" y que pretenderán marcar las agendas y las estrategias de los gobiernos y de la oposición. Una pregunta podría llevarnos a reflexionar. ¿Son las encuestas las que marcan las agendas y las estrategias de los partidos?. Creo que cada vez más ejercen una fuerza que lleva a todos a cambiar hasta su forma y el fondo de  sus comportamientos y que ningún partido político es capaz de sustraerse de los resultados de las encuestas y cada vez con mayor influencia introducen cambios en las políticas, lo que hace que en muchas ocasiones se pierdan las referencias y hasta buena parte de la identidad de las organizaciones.

Creo que a los dos máximos responsables de los dos grandes partidos se les va a hacer largo el camino hasta la llegada de las elecciones. Por un lado, la crisis, que de continuar así y con la situación de la inflación, junto a la palabra "precios" y todo lo que rodea, va a conseguir que no se valoren los esfuerzos y las políticas del Gobierno para hacer frente a la misma. Por otro lado, la necesidad de reconocerse en un espacio político donde la crítica por la crítica no será suficiente para tener una mejor valoración y opciones conforme vaya pasando el tiempo, algo que le pasa ya al líder de la oposición que está comprobando que no es lo mismo gobernar una Comunidad que conseguir ser una alternativa real de Gobierno. Hace unos días nos preguntábamos si hay otra opción que señalar y reconocer porque sea por un lado o por el otro, lo que parece meridianamente claro es que seguirá conformándose un gobierno de coalición de un signo u otro porque las mayorías absolutas a nivel nacional se acabaron hace tiempo, por lo que tenemos que acostumbrarnos a converger en las diferencias aunque sean partidos de la misma tendencia.

Y si falta algún tiempo para las generales, las autonómicas  de mayo de 2023 serán el lugar donde se jugará el primer partido en el territorio de cada uno. Algo parecido se jugó hace unos años y aunque no hay ninguna situación igual que la anterior, sí que habrá algunos que van a querer que se hable más de lo nacional que de lo territorial porque creerán que como ya pasó una vez, pueda volver a pasar. El debate de las ideas se está convirtiendo cada día más en un ejercicio insólito porque cada vez se percibe más el disenso como un ataque personal, cuando no como un desprecio y es malo que los ciudadanos nos acostumbremos a ello, porque pudiera parecer a la gente que todos son iguales. Bueno será no caer en ello y tratar de hablar más en clave del territorio porque es donde se juega el resultado y con ello las esperanzas de futuro que a una región como la nuestra se le presentan por primera vez como la oportunidad de recuperar un tiempo perdido y con ello, poder cambiar la historia de nuestra tierra.

domingo, 4 de septiembre de 2022

Normalidad....normalización.

Asistimos durante estos últimos tiempos tan llenos de incertidumbres de todo tipo, a un proceso donde se pretende relativizar o normalizar casi todo lo que conocemos. Digamos como que es una sucesión de cosas que hasta nos pueden hacer creer que hay que normalizar lo que vivimos, sentimos y sufrimos. Lo que conocemos y escuchamos. Lo que nos cuentan y lo que vemos. Si nos tuviéramos que ajustar a su definición, nos podríamos encontrar con su significado "hacer que algo se estabilice en la normalidad". También como poner en orden algo que no lo estaba. Podríamos encontrar más ejemplos como lo sucedido durante lo que se llamó "nueva normalidad" y que trató de ordenar y regular las situaciones durante las distintas frases del covid-19. Puede que el contagio nos hiciera llegar a estos ejemplos o que sea un hecho más de cuánto hemos cambiado en estos últimos años. Ya no nos acordamos de los aplausos y de las promesas que se les hicieron a los sanitarios. Quizás es que las promesas y las palabras son tan parecidas que las repetimos, pero no las cumplimos. Y decíamos que después del virus...íbamos a ser mejores!.

Pero trascendiendo a todos esos ejemplos que hemos vivido durante estos últimos tiempos, hay una situación que creo que está profundizando en lo peligroso de considerar normalidad todo lo que nos afecta como ciudadanos. Es como si estuviera instalado y hubiera pasado a la fase de la normalización. No es difícil encontrar ejemplos que nos podrían documentar para lo que me refiero. Es como si hubiéramos interiorizado el considerar normal el incremento de precios de los productos básicos que necesitamos día a día. Es como si hubiéramos dado como normal el precio de los combustibles que estamos pagando porque hemos dejado de comprobar lo que pagábamos hace unos meses. Miramos el precio de la luz y seguimos intentando aquello de periodo punta, llano y valle, pero seguimos sin encontrar las horas punta porque cambian cada día y mientras estamos empezando a pensar si pagamos más o menos, pero ya no nos acordamos de lo que pagábamos hace un año, que era muchísimo menos. Miramos el precio del gas como normalizado y el conflicto de lo que nos viene si lo cortan, cuando deberíamos agilizar otras alternativas. Normalizamos las cifras en las que se ha instalado la inflación y nos avisan de que vienen tiempos muy duros para que vayamos acostumbrándonos y cuando el cinturón no tenga más espacio, consideraremos normal los dos dígitos. Escuchamos y vemos el proceso de normalidad en que se han instalado desde la oposición basando buena parte de sus discursos en el ejercicio de la descalificación y del insulto. Vemos normal la crispación de lo que sucede en las redes sociales cuando los de una tendencia u otra se lían a discutir y se insultan. Consideramos como normalizada la polarización y crispación política a que nos tienen acostumbrados. Hemos normalizado los altos precios de las viviendas y nuestros jóvenes no encuentran alternativas ni posibilidades para emanciparse y poder desarrollar un proyecto de futuro. Normalizamos los procedimientos de los anuncios y nos olvidamos de que sólo cuando se publican en el boe es cuando entran en vigor y se empiezan a cumplir los plazos. Normalizamos el conflicto de la guerra porque vamos camino de considerarlo así, porque nadie se atreve a ponerle el punto final cuando van más de seis meses. Hemos dado por normalizado el bulo y la mentira como el argumento que más se utiliza para desacreditar y lo hemos procesado hasta el punto de que nos llena de dudas porque aparece a diario por todas partes, y ya se sabe aquello de que una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad. Hemos normalizado el aceptar las cookies y no pensamos en la cantidad de datos que estamos aportando a las grandes tecnologías de la información, en un mercado donde apenas hay reglas ni normas nacionales e internacionales que regulen el procesamiento de nuestros datos y el uso que hacen de ellos....y lo seguimos encontrando normal. Empezamos a pensar que todo esto forma parte de un proceso de normalizar y terminaremos por encontrarnos con aquella frase de "es lo que hay". Hasta es posible que dejemos de preguntarnos porqué sucede todo esto y sencillamente lo daremos por normalizado.

Toda esta normalidad de la que nos hablan para terminar convenciéndonos de que lo vayamos normalizando me hace recordar una canción de Antonio Vega que decía "me da miedo la enormidad donde nadie oye mi voz". Porque todo este proceso llamado "normalidad" genera muchísima impotencia y frustración en los ciudadanos. Provoca que gran parte de la ciudadanía se desconecte de lo que le rodea para refugiarse en el individualismo creando burbujas independientes queriendo saber cada día menos, porque cada día tiene menos confianza en lo que escucha y le cuentan.Y todo ello mientras asistimos a esos muros de silencio que se levantan, donde las palabras suenan cada vez más huecas y vacías. Donde llegamos a pensar si mantenernos en silencio para no provocar conflictos cuando nuestras reflexiones e ideas no coinciden con lo que hablan desde su atalaya  los que nos quieren convencer de la normalidad, para que lo vayamos normalizando en nuestro interior....No me gusta que normalicemos lo que está pasando porque nos conduce a un camino donde se puede poner de manifiesto la incapacidad de las democracias representativas para dar respuestas a todo esto que nos está cambiando y que nos lleva como sociedad a la incertidumbre y a la manipulación de los miedos, acercándonos cada día más a un mundo donde sentimos con más insistencia nuestra fragilidad como ciudadanos.