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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Nosotros, los indefensos.

En éstos tiempos de crisis y no sólo económica, sino de muchas cosas, nos empezamos a encontrar con nuevos abusos que generan nuevos estados de indefensión en los ciudadanos. Son casos que suelen pasar desapercibidos, quizás por aquello de formar parte de la letra pequeña. Quizás por la propia dinámica que nos lleva a no pensar y reflexionar lo suficiente. Total, como al principio todo son facilidades y sonrisas.
Esas cláusulas abusivas que les son permitidas a determinadas empresas. Esas condiciones que generan ciertas obligaciones que casi no se leen por el tamaño de la letra y que tampoco se explican. Que nos encontramos como que incluso ya están marcadas; que incluso tenemos que insistir en que formen parte del contrato y nos encontramos con la respuesta: no se preocupe, si tiene alguna duda, estamos para atenderle cada vez que lo considere.
Esas nuevas condiciones cuando adquirimos un producto de telefonía, por ejemplo. No tenemos ningún problema en adquirirlo, contratarlo, renovarlo. Es decir, cuando somos consumidores en la compra, pero los problemas comienzan cuando somos los mismos consumidores en la entrega-devolución del producto, porque sencillamente no queramos continuar con el mismo.
Es posible que como consumidores individuales, pensemos que no nos vamos a ver en una situación así, porque a nosotros no nos pasó o pensamos que no nos pueda suceder. 
Es muy posible también que si las indignaciones individuales consiguiéramos hacerlas colectivas, no nos encontraríamos preguntándonos porqué suceden. A veces, ese conseguir que fueran colectivas, comienza por una acción.
A veces esa acción es una reclamación. Como un medio para la reivindicación ciudadana contra los abusos. Una acción comprometíéndonos contra la apatía y asumiendo el compromiso de actuar y movilizarse contra el conformismo y ante la situación de indefensión contra la respuesta: No se puede hacer otra cosa.



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