Vistas de página en total

domingo, 4 de septiembre de 2022

Normalidad....normalización.

Asistimos durante estos últimos tiempos tan llenos de incertidumbres de todo tipo, a un proceso donde se pretende relativizar o normalizar casi todo lo que conocemos. Digamos como que es una sucesión de cosas que hasta nos pueden hacer creer que hay que normalizar lo que vivimos, sentimos y sufrimos. Lo que conocemos y escuchamos. Lo que nos cuentan y lo que vemos. Si nos tuviéramos que ajustar a su definición, nos podríamos encontrar con su significado "hacer que algo se estabilice en la normalidad". También como poner en orden algo que no lo estaba. Podríamos encontrar más ejemplos como lo sucedido durante lo que se llamó "nueva normalidad" y que trató de ordenar y regular las situaciones durante las distintas frases del covid-19. Puede que el contagio nos hiciera llegar a estos ejemplos o que sea un hecho más de cuánto hemos cambiado en estos últimos años. Ya no nos acordamos de los aplausos y de las promesas que se les hicieron a los sanitarios. Quizás es que las promesas y las palabras son tan parecidas que las repetimos, pero no las cumplimos. Y decíamos que después del virus...íbamos a ser mejores!.

Pero trascendiendo a todos esos ejemplos que hemos vivido durante estos últimos tiempos, hay una situación que creo que está profundizando en lo peligroso de considerar normalidad todo lo que nos afecta como ciudadanos. Es como si estuviera instalado y hubiera pasado a la fase de la normalización. No es difícil encontrar ejemplos que nos podrían documentar para lo que me refiero. Es como si hubiéramos interiorizado el considerar normal el incremento de precios de los productos básicos que necesitamos día a día. Es como si hubiéramos dado como normal el precio de los combustibles que estamos pagando porque hemos dejado de comprobar lo que pagábamos hace unos meses. Miramos el precio de la luz y seguimos intentando aquello de periodo punta, llano y valle, pero seguimos sin encontrar las horas punta porque cambian cada día y mientras estamos empezando a pensar si pagamos más o menos, pero ya no nos acordamos de lo que pagábamos hace un año, que era muchísimo menos. Miramos el precio del gas como normalizado y el conflicto de lo que nos viene si lo cortan, cuando deberíamos agilizar otras alternativas. Normalizamos las cifras en las que se ha instalado la inflación y nos avisan de que vienen tiempos muy duros para que vayamos acostumbrándonos y cuando el cinturón no tenga más espacio, consideraremos normal los dos dígitos. Escuchamos y vemos el proceso de normalidad en que se han instalado desde la oposición basando buena parte de sus discursos en el ejercicio de la descalificación y del insulto. Vemos normal la crispación de lo que sucede en las redes sociales cuando los de una tendencia u otra se lían a discutir y se insultan. Consideramos como normalizada la polarización y crispación política a que nos tienen acostumbrados. Hemos normalizado los altos precios de las viviendas y nuestros jóvenes no encuentran alternativas ni posibilidades para emanciparse y poder desarrollar un proyecto de futuro. Normalizamos los procedimientos de los anuncios y nos olvidamos de que sólo cuando se publican en el boe es cuando entran en vigor y se empiezan a cumplir los plazos. Normalizamos el conflicto de la guerra porque vamos camino de considerarlo así, porque nadie se atreve a ponerle el punto final cuando van más de seis meses. Hemos dado por normalizado el bulo y la mentira como el argumento que más se utiliza para desacreditar y lo hemos procesado hasta el punto de que nos llena de dudas porque aparece a diario por todas partes, y ya se sabe aquello de que una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad. Hemos normalizado el aceptar las cookies y no pensamos en la cantidad de datos que estamos aportando a las grandes tecnologías de la información, en un mercado donde apenas hay reglas ni normas nacionales e internacionales que regulen el procesamiento de nuestros datos y el uso que hacen de ellos....y lo seguimos encontrando normal. Empezamos a pensar que todo esto forma parte de un proceso de normalizar y terminaremos por encontrarnos con aquella frase de "es lo que hay". Hasta es posible que dejemos de preguntarnos porqué sucede todo esto y sencillamente lo daremos por normalizado.

Toda esta normalidad de la que nos hablan para terminar convenciéndonos de que lo vayamos normalizando me hace recordar una canción de Antonio Vega que decía "me da miedo la enormidad donde nadie oye mi voz". Porque todo este proceso llamado "normalidad" genera muchísima impotencia y frustración en los ciudadanos. Provoca que gran parte de la ciudadanía se desconecte de lo que le rodea para refugiarse en el individualismo creando burbujas independientes queriendo saber cada día menos, porque cada día tiene menos confianza en lo que escucha y le cuentan.Y todo ello mientras asistimos a esos muros de silencio que se levantan, donde las palabras suenan cada vez más huecas y vacías. Donde llegamos a pensar si mantenernos en silencio para no provocar conflictos cuando nuestras reflexiones e ideas no coinciden con lo que hablan desde su atalaya  los que nos quieren convencer de la normalidad, para que lo vayamos normalizando en nuestro interior....No me gusta que normalicemos lo que está pasando porque nos conduce a un camino donde se puede poner de manifiesto la incapacidad de las democracias representativas para dar respuestas a todo esto que nos está cambiando y que nos lleva como sociedad a la incertidumbre y a la manipulación de los miedos, acercándonos cada día más a un mundo donde sentimos con más insistencia nuestra fragilidad como ciudadanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario