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domingo, 24 de abril de 2016

Sólo una opinión.

La lectura de una página de un periódico me hace reflexionar sobre lo que ha pasado en nuestro país en éstos cuatro últimos meses. No es la primera vez que hablo de ello y es muy posible que de aquí al 26 de junio lo vuelva a hacer.
Un país agotado, dice el editorial. Y yo digo, un país no solo agotado, sino también una sociedad cansada y hastiada de tanto postureo y de tanta comedia por parte de la clase política. Nadie lo remediará y por esas, nos vemos abocados a volver a votar. Será la primera vez que ocurra en nuestro país y las perspectivas apuntan a que nada o casi nada cambiará, o sí, porque la ciudadanía puede que el hartazgo lo convierta en un no acudir a votar.
"Nada es posible sin las personas, pero nada es duradero sin las instituciones"...apunta en uno de sus párrafos el editorial. Las instituciones llevan sumidas en una crisis institucional desde el día siguiente al que se celebraron las elecciones y antes de las mismas había un verdadero clamor por el cambio. Viene una nueva política nos decían algunos, que transmitían aires de cambio y regeneración. Solo cuatro meses después, los aires de cambio y regeneración han sido guardados y la nueva política se convirtió en un capítulo más de la política tradicional. Y lo que es peor, cada día cuesta más comprender algunas cosas que tanto unos como otros nos han dicho o han hecho en éstos últimos meses. Cada día, más confundidos.
Mientras, los ciudadanos y las empresas siguen ahí. Con los problemas y necesidades. Como acostumbrados ya a tener que soportar que les tocó vivir una etapa de no respuestas. Es más, cada día creo que hay más gente que ya ni piensa ni habla del desgobierno de nuestro país. Es como si nos hubieran puesto una vacuna que nos anestesiara a todos. Es aquello que ahora se dice "es lo que hay"
Hay una cuestión general que sale en todos los lugares donde se habla: cansancio, empacho, descrédito, son todos iguales...y no asumen la parte de responsabilidad que cada uno tiene y tratan en consecuencia de responsabilizar a los otros. Porque los ciudadanos hablan de éstas cosas y porque los ciudadanos tienen éste sentir.
Es sólo una opinión. Es un estado de ánimo que no sé en qué medida puede ser compartido ni hasta qué punto generalizado, pero una opinión que sí que escucho en la calle. Y lo que puede ser peor, es que sigamos sin ser capaces de poner por delante los intereses de los ciudadanos y las empresas, antes que los corporativos y particulares de cada uno de los que se seguirán sentando en los sillones: sus señorías.

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