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domingo, 6 de enero de 2019

Adrianas...


Hace unos días escuchaba en una emisora de radio a una mujer que podría ser de edad mayor. Una mujer que con la experiencia que da la vida y su saber, seguía manteniendo el impulso necesario de mostrar su disconformidad y al mismo tiempo su indignación.

Es posible que hasta estuviera en la Puerta del Sol en su día, que incluso prestara su apoyo en las tareas voluntarias y solidarias. Que compartiera con los jóvenes indignados sus reivindicaciones. Que se mostrara dispuesta a seguir aportando a ésta sociedad sus fuerzas, para seguir llamando la atención sobre las desigualdades que está generando éste sistema, gobernado por los que no tienen nombre.
Una mujer luchadora que no se resignaba al silencio y que incluso arrimaba y ofrecía su hombro cansado, pero aún fuerte a los demás. Criticaba a los políticos en general, y en concreto en aquel momento, a dos economistas que se alejaban de la sencillez y la naturalidad en sus mensajes, porque le parecía que estaban hablando para ellos mismos y no para la gente corriente. Les decía que dejaran de hablar de números y de cifras, porque la economía no sólo es eso.
Hoy escuché y vi a otra Adriana. La llamaban desde la ventana de su piso, pero no le hacía caso a la llamada, porque quería seguir disfrutando de que hoy la calle es suya. Quiere seguir recreándose con su regalo. No tiene que pensar en mañana. Hoy consiguió que sus padres se levantaran también temprano a pesar de ser un día de fiesta. Disfruta de la ilusión. Sólo piensa en aprender con su nueva bicicleta y pronto, andar sólo con dos ruedas. Está radiante y lo transmite.
Ayer en la Cabalgata de Reyes había muchas Adrianas, Víctor, Carlas, Sergios, Andrés y muchos niños y niñas que vivieron con ilusión cómo sus Majestades de Oriente les regalaban sonrisas, caramelos y mucha imaginación e ilusión. En lo alto de la ventana, de las repisas, en los hombros de sus padres y madres y desde tantos y tantos sitios desde los cuales llamaban a cada rey por su nombre. 
Esta mañana hay muchas Adrianas que iluminan muchas viviendas con sus sonrisas y exclamaciones. Con sus risas y como todos hemos llegado a tener esos momentos, nos acordamos de ese día en que todos estuvimos haciendo lo mismo que hoy han hecho en todos los hogares muchos niños y niñas. Es un día de ilusión. Porque qué es la vida sino una ilusión. Cada uno de nosotros con su historia, con sus sueños, porque entre otras razones los sueños nos entregan a soñar, a seguir disfrutando de esta vida que es el mejor regalo de todos.
Por eso esta historia de ese nombre. Porque hay muchas Adrianas que en su día a día hacen que esta vida tenga sentido. Desde ese día que decidieron que llegáramos a este mundo. Un mundo complicado y difícil que requiere que lo recargamos, al menos de un poquito más de ilusión, porque hoy y mañana esa niña que hoy no atendía la llamada de sus padres porque quería seguir jugando, tiene todo el derecho a disfrutar con su presente y de un futuro que le pertenece.

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