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domingo, 5 de abril de 2020

De balcones, ventanas...y palabras.

Escuchaba hace unos días en la radio una fábula. La fábula de la rana sorda. Trata sobre un grupo de pequeñas ranas. Dos de ellas se caen a un hoyo muy profundo. Las que no cayeron, las daban por muertas y les decían a las dos que estaban en el hoyo, que no podrían salir. No lo conseguiréis!. Las dos ranas seguían con su esfuerzo, saltando sin parar. No lo intentéis más, no vais a poder! Las dos ranas saltaban sin parar. Una de ellas se dio por vencida y murió. La otra continuó saltando, a pesar de estar agotada. Cada vez más alto, con más fuerza...Deja de sufrir, le decían. Y la rana siguió, hasta que logró salir del agujero. Ella pensó que sus compañeras le animaban, por los gestos. Ella les agradeció de corazón todo su aliento...En realidad, la rana era sorda y le era imposible escuchar los gritos de las demás.....La moraleja de la fábula, es que una palabra de aliento tiene más poder del que imaginamos.
Por eso, cada día que pasa es una esperanza, cada día que pasa lo tenemos que ver como un aliento que recibimos para seguir luchando. Cada día que pasa, el aliento se convierte en el aire que nos motiva, que nos da fuerzas...una palabra se convierte en un gesto que tiene más poder del que imaginamos. Esto nos está pasando en el tiempo donde los recursos nos habían dicho que no se podían acabar, porque cada día pensábamos que teníamos más. Y hoy como se está demostrando, sigue siendo la palabra el gesto que más recursos y afectos contiene.
Nunca antes habíamos vivido y sufrido una situación como la que estamos atravesando. No hay un rincón en el mundo que no esté sufriendo el virus. Nadie sabe hasta cuándo y hasta dónde. Nos dicen que tiende a estabilizarse, pero nadie lo asegura. La situación es tan increíble que aquí no hay certezas. Lo que en algunos sitios parece que tiende a estabilizarse, en otros empieza a crecer. Vamos a tener que cambiar muchas de nuestras costumbres...Sin duda, esto va a cambiar mucho nuestra vida.
Mientras todo ello sucede y las redes sociales siguen siendo una referencia para lo bueno y lo malo, los aplausos en balcones y ventanas se han convertido en una nueva red social. Cada vez más gente aparece y solidariamente aplaude. Cumpleaños que antes quedaban en el vínculo familiar, ahora se comparten entre vecinos. Música que se escuchaba en silencio, ahora no hay problemas en compartirla para todos. El ruido que emitía un coche de policía ahora se saluda con aplausos. Los vídeos que ahora se comparten, antes se veían en la soledad de cada cual. Antes los himnos no se escuchaban y ahora hemos adoptado un himno sin polémicas. Hasta no ha hecho falta asistir a un curso sobre cómo hacer videollamdas, porque ya todos hemos aprendido...Hemos vuelto a hablar hasta por teléfono como años antes hacíamos. La necesidad del aliento, de la palabra y del gesto, del abrazo y el beso virtual, de hablar aunque sea el repetirnos lo que hablamos ayer, porque quizás nos olvidamos hasta del día de la semana que es.
Es posible que estemos recuperando el valor de las pequeñas cosas. Es posible que hayamos descubierto de nuevo que disfrutar de las pequeñas cosas, es seguramente lo mejor, porque nos hemos dado cuenta de que son las cosas más grandes de la vida. Leía hace unos días, que siendo consciente de que hay cosas que ahora no podemos disfrutar como un beso, una caricia o un abrazo, sí que hay mucha gente que está haciendo lo imposible para que estos días mantengamos la esperanza y podamos recuperar cuanto antes a las personas que queremos. Ahí es donde está la realidad. En la gente que está luchando por seguir en el rio de la vida y esa gente no necesita hoy nada más que seguir sintiendo los aplausos para saber que estamos ahí .
Hoy volví a ver a Balbina, se asomó al balcón y charlamos un ratito ...es una señora mayor de mi edificio que vive sola. Le gusta mucho salir a dar su paseo y tomar su refresco con sus amigas. "Ahora no puedo hacerlo, pero seguimos hablando todos los días. Estoy bien hijo. No quise irme a casa de mi hija, prefiero quedarme en casita, la comida me la trae ella, pero yo estoy bien"...Pensaba después en cuántos mayores puede que no tengan a nadie que les lleve la comida y tengan que salir ellos a hacer la compra, pensaba en cómo este "bicho" se ha hecho dueño de nuestra libertad...esa libertad que es un derecho de la humanidad...y volvía a pensar en las Balbinas que sueñan cada día y comparten como dice Luz Casal... "los dos queremos seguir viendo ese rojo amanecer donde un nuevo día brillará y se llevará la soledad"...

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