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domingo, 30 de agosto de 2020

Desde mi atalaya....

He terminado de leer una conmovedora novela sobre una historia que nos recuerda que por encima de las ideologías, están siempre las personas y que, en los momentos decisivos, podemos ser capaces de lo mejor. Leer una historia como "El corazón con que vivo" escrita por una persona como Peridis, que es capaz de concretar en sus viñetas, historias actuales del tiempo que vivimos a través de su pluma, me ha hecho reflexionar en estos días y mirar con una cierta distancia un tiempo reciente vivido. Desde una cierta lejanía que como le decía a una amiga, me hace aún más valorar y seleccionar lo que verdaderamente es importante. Es un ejercicio que podría recomendar, pero como decía Sampedro a una señora que le dijo que su vida era una novela.... {si usted tiene una historia escríbala, escríbala usted misma}.
Víctor que está en sus primeras palabras, sonríe y pide las cosas apuntando con el dedo. Es una manera de no equivocarse hasta que sepa pronunciar lo que quiere, porque si le das algo que no es, te lo rechaza apartándolo con su mano. Es una forma de seleccionar y estos principios son una manera de saber lo que quiere siendo tan pequeño como es. Será el tiempo compartido o porque como he llegado a leer, es una nueva fuente de afecto que te hace sonreir y vivir con ilusión, rejuveneciendo la tierna sensibilidad de aquello que realmente merece la pena porque brota del sentimiento y del corazón.
Y es que siempre, pero quizás por las circunstancias del momento actual, la novela del río de la vida tiene un comportamiento que no valoramos lo suficiente, porque creemos que lo tendremos siempre o porque somos como somos. Leemos y conocemos de historias que son novelas conmovedoras. Que  nos hacen sentir pellizquitos, que nos hacen revolvernos y mostrarnos sensibles en la soledad de ese momento. Puede que sea que esta historia real que nunca creímos que tendríamos que vivir nos esté superando y que la desconfianza se haya adueñado de nosotros, porque entre otras razones estamos saturados de tanta información por todos los canales terrestres, marítimos y aéreos....digámoslo así, que así cabemos todos y todas!!!....o puede que el haber estado refugiado hacia nuestro entorno nos haya hecho inaugurar una nueva estación donde tiene mucha importancia la palabra selección.
Es tempranito y en un ensayo sobre una novela ficticia me dispongo a tener una visión de lo que pasa a nuestro alrededor desde la atalaya de mi terraza. Y esa disposición me lleva a mirar a lo lejos sin ver nada, solamente lo que alcanzan mis ojos. A reflexionar en el silencio de ese momento cumbre. Me parece estar en otro tiempo cuando escucho la sintonía de un móvil y suena un villancico. Me paro, cierro de nuevo los ojos y trato de ver. Y pienso que me gustaría que hubieran llegado esas fechas para tener una visión más clara de lo que pasa a nuestro alrededor, y para que aunque Víctor siga apuntando con su índice, pueda seguir aprendiendo a escribir las primeras letras de la estación de su vida.
La red me avisa de un recuerdo de hace unos años. De un tiempo en que una de las cosas importantes y que tenía valor en la vida, era la gente con clase. Y en aquellos momentos se decía que tener clase no dependía de la posición social, ni de la educación recibida en un colegio elitista, ni del éxito que se alcanzara en la vida....Tener clase se apuntaba como atractivo principal el tener belleza moral....y eso se determina desde el interior de cada individuo.

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