Me decía un amigo hace pocos días que ante las cifras de desempleados en nuestro país, no había sólo que lamentarse, sino que había que responsabilizarse.Independientemente de si eran cinco o casi cinco, pero que en cualquiera de los casos, la cifra es enorme y dramática, porque lo que hay detrás de esos datos, son personas y entonces hablamos de verdaderos dramas humanos.
Nadie podemos mostrarnos indiferentes ante una situación como la actual, a pesar de que pueda ser verdad que exista alrededor de un 20% de economía sumergida en nuestro país, por lo que se apunta desde diversas fuentes y medios de comunicación.
Nada ni nadie es pefecto; nunca existió la unanimidad (así lo creo), a pesar de lo que hayamos leído o escuchado, o a pesar de que haya quien pueda sentirlo, o quisiera que fuera así; a diario lo podemos comprobar.
Atravesamos una situación de influencia mediática como posiblemente no hayamos conocido jamás.
Si no somos capaces de transmitir con emoción y con credibilidad nuestros valores tradicionales y generar empatía con la ciudadanía, estaremos dejándonos ocupar nuestro espacio de siempre.
La experiencia de éstos últimos años, junto a las consecuencias de todo lo que está pasando, está poniendo en duda todas las certidumbres que nos contaron.
Hace algún tiempo leí que la pefección es incompatible con la verdad y el bien. Hoy no es sólo incompatible, no existe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario