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domingo, 28 de junio de 2020

Aprendiendo de las crisis...

Desde la soledad del espacio y con el silencio de una mañana fresca, desde la mirada perdida hacia un cielo azul que despierta, con el sol que asoma queriendo romper con su fuerza y estando sentado en mi terraza, reflexionaba sobre lo que han dado de sí estos cien días de esta crisis. Nos enfrentamos sin estar preparados a un cambio en nuestras vidas, a una pérdida de nuestra libertad, a una responsabilidad individual y también colectiva, a un golpe en nuestra conciencia interior para aportar desde nuestra impotencia, una alternativa que pasó por quedarnos en casa. Quedarnos en casa y no salir. Con sensación de incertidumbre y desconcierto por lo que escuchábamos y leíamos. Todos lo recordaremos y lo valoraremos de distinta manera según nuestras situaciones personales.
En alguna ocasión escribí sobre la importancia de los aprendizajes y que estos nunca terminan de estar aprendidos porque no terminamos de atenderlos. Es posible que la razón esté en que hay muchas teorías y como decía hace unos días, casi todo se puede decir. Pero una de las consecuencias de esta crisis es que siendo en la posibilidad del riesgo todos iguales, lo que nos descubre y provoca, son desigualdades que cuestionan y ponen a pruebla y en evidencia los sistemas de los Gobiernos, de las Instituciones, de la sociedad con sus debilidades y es entonces cuando nos surgen interrogaciones acerca de quienes gestionan, porque aparece la luz de que no gestionamos ni aprendemos de los fracasos.
Ahora que aún no hemos superado la crisis de los contagios del virus y la mejor prueba son los rebrotes que se extienden por todas las Comunidades Aútonomas, se sigue hablando de la posiblidad de una segunda ola del virus, problamente en otoño. Una de las evidencias que deberíamos haber interiorizado es que ante una crisis global no puede haber solo respuestas nacionales. Que el tratamiento y no solo del virus, lo tenemos que hacer pensando y actuando como un problema de una complejidad global y sistémica, por lo que las respuestas tienen que reunir esas características y acometerse de esa forma, para que ante una repetición del virus con esa intensidad, tengamos identificadas las actuaciones y no repitamos lor errores por falta de conocimiento y previsiones.
Siempre se aprende de las crisis porque estas siempre nos aportan. Y también nos enseñan cómo prevenir. Pero sólo cuando se les tiene en cuenta, cuando no dejamos de dar la cara ante las mismas. Ahí la crisis vuelve a colocarnos ante nuestro espejo y la responsabilidad individual se antoja como la más razonable, como la más previsora y la que ofrece más seguridad. Esta podría ser una de las mejores conclusiones de este tiempo encerrado, donde los ciudadanos entendimos que primero estábamos nosotros, y nosotros fuimos y somos todos. Convendría mucho seguir teniéndolo muy presente ante los rebrotes porque el "bicho" sigue en el ambiente y todos los días pasa cerca de nosotros.
Ahora que en esta última semana se aportó luz para salir un poco todos más juntos de esta crisis con la aprobación por una amplísima mayoría del real decreto-ley, que regulará nuestra vida después del estado de alarma, sería un buen aprendizaje que aunque sea tarde, todos hayan podido entender y asumir lo que los ciudadanos entendimos y asumimos...que todos juntos es la manera de responder a un problema global como es una pandemia que no entiende de respuestas de gobierno, sino de respuestas como país.

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