En
una de las dos entradas por carretera que tiene Garrovillas de
Alconétar, el Ayuntamiento ha construido una representación de dos de
los monumentos más significativos de la historia del pueblo: La Torre de
Floripes y el Puente de Alconétar, también llamado Mantible. Los dos
monumentos originales se encuentran a unos kilómetros de distancia del
pueblo, pero son dos símbolos muy apreciados y valorados por los
garrovillanos que ahora de alguna forma, los podrán disfrutar un poco
más cerca. Es como conseguir que nuestros abuelos puedan reflejarse en
esas tierras hoy cubiertas por las aguas del pantano. Creo que es
acertado y así está siendo valorado, porque es una manera de reconocer y
recordar una parte de la historia, de esa historia que podemos seguir
disfrutando con la riqueza de nuestra cultura en esas piedras
milenarias.
En
esta semana se ha presentado una campaña de turismo de Extremadura. El
anuncio es como una historia contada desde el futuro. Sencillamente
preciosa. Que pretende situarnos en el 2071. Que pretende que nos
imaginemos y que redescubramos en nuestro interior. Que nos puede hacer
recordar momentos maravillosos. El vídeo lo hace, lo consigue, porque
hace compartir y vivir, porque consigue que también nos olvidemos de lo
que estamos pasando y que pensemos en lo que nos debe importar realmente
en la vida. Nos hace recuperar el sentido de las emociones. Consigue
que volvamos a valorar las etapas del rio de nuestra vida. Que valoremos
la riqueza de lo natural, de lo sencillo, de lo auténtico. De lo
nuestro. De esa parte del rio que no hace falta que te la cuenten,
porque brota de nuestro interior y nadie mejor que nosotros mismos para
contarlo.
Me ha hecho recordar momentos maravillosos. Esos recuerdos que hace unos días repasé durante el paseo en el arroyo Morisco. Esa primera niebla de la mañana. Ese despertar con fuerza de los primeros rayos de sol. Ese sonido del agua esperando que llegaran esas primeras sábanas. Esas matas de jaras que se resistían a dejar de salir o esas ramas de encina que costaba arrancar. Esa fogata encendida para calentar y empezar a preparar el terreno, para conseguir ese brasero de picón que calentaba toda la casa. Ese atardecer precioso que te decía que era hora de recoger. Ese espacio compartido con las personas que quieres, sintiendo que en esas vivencias y experiencias de la vida están los momentos que no se pueden olvidar nunca.
Tenemos
una tierra que tiene luz y muchas horas de sol. Un cielo que sorprende
de noche y de día, porque mirar al cielo de Extremadura es sorprenderte.
Es no olvidar y recordar. Es quedarse en silencio y oir. Es observar en
la noche de Monfragüe y descubrir un infinito de estrellas paseando por
sus caminos. Es sentarte y escuchar un bramido reivindicando un espacio
en la luz de la noche, como expresión del sonido de la fuerza de la
naturaleza. Es mirar a lo lejos de esa dehesa llena de colores y
saborear la esencia de las cosas, aprovechando cada momento y
respirar....respirando para llenarte de naturaleza y de olores.
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