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domingo, 24 de enero de 2021

Mejores....decíamos que mejores.

Corrían los tiempos de los aplausos a las 20 horas. Los besos y los abrazos consistían en una mirada desde nuestros balcones y terrazas. Sonaba la música y hasta los que no sabían de aquella histórica canción, la aprendieron y cantaban. Resistiré. No podíamos salir a la calle, excepto para ocasiones justificadas. Aprendimos a convivir y compartir en nuestras casas más horas que nunca. Aprendimos aquello de la ilusión que puede llegar a generar una videollamada. Hablamos más por teléfono que personalmente. Aprendimos el significado de la palabra confinamiento. Sólo queríamos que la pesadilla convertida en una maldita realidad no durase mucho tiempo. No queríamos pensar mucho más. Pero estábamos empezando a sufrir los efectos de la pandemia y conocíamos sus resultados. Pero seguíamos aplaudiendo con ganas y lo hacíamos porque había mucha gente en muchos sitios que estaba esforzándose por los demás, por todos y todas. Estaban dando el ejemplo de un país y de una sociedad que se volcaba con los demás. Con los más necesitados y superando el día a día sin importarles que después tenían que regresar a sus casas y seguir cuidándose para no contagiar a los suyos. Nadie nos dijo que esto iba a ser fácil, pero tampoco sabíamos que iba a durar tanto y que nos marcaría para siempre.

Pensábamos en nuestros mayores y les dedicábamos nuestras sonrisas y nuestros ánimos. No os merecéis lo que os está pasando en vuestros últimos años de vida. Ahora que con tanto esfuerzo habéis construido lo que disfrutamos, es un deber de toda la sociedad el conseguir que vivaís con toda la dignidad del mundo. Os lo mereceís más que nadie. En un clamor más de deseo que de realidad, nos decíamos que de esta íbamos a salir siendo mejores. Mejores, mejores.... Mejores como personas y peores como sociedad???. Y llevamos más de diez meses así, y la pregunta sigue sin tener una respuesta. Quizás es que las disputas políticas, los comportamientos irresponsables de algunos, los actos de saltarse los protocolos de vacunación y otros ejemplos nos han devuelto al egoísmo nuestro de día a día.

Estuvimos pidiendo todos los días por tierra, mar y aire que llegara la vacuna.Y durante estos días la noticia que debería llenarnos a todos y todas de alegría e ilusión, es que por fin a la gente se le está vacunando. Unas Comunidades más deprisa, otras menos. Unas con unos recursos y otras con otros. Unos con protocolos y otros con sus protocolos como ellos y ellas han entendido. Porque lo que se está empezando a conocer nos ayuda a resolver la pregunta y reflexionar sobre los miserables que entienden la responsabilidad desde el sitio en el que están para vacunarse aunque no les toque. Si yo fuera el que tuviera que tomar la decisión sobre la próxima vacunación, los pondría a la cola y les haría asumir algún tipo de responsabilidad, no solo la de cesar o dimitir.

Estamos en un tiempo lleno de incertidumbres. Leemos y escuchamos informaciones que tratan de generar un estado de ánimo positivo a pesar de la situación. Pero no, no se ve ni se percibe ese estado de ánimo. El inicio del proceso de vacunación debería ser un ejemplo, pero de nuevo saltan las alarmas y chocamos con la realidad: aquellos sanitarios jubilados, esos alcaldes, esos consejeros de gobiernos, esos altos oficiales militares, esos funcionarios y asesores, gerentes de hospitales, parientes de trabajadores que se han tomado lo del protocolo por donde les ha parecido. Las excusas de no entender o de que recibieron instrucciones, o de que sobraban dosis y recibieron una llamada, o que se lo aconsejaron sus técnicos, son palabras que tratan de justificar lo injustificable. Todo ello nos está desnudando como ciudadanos y son síntomas en los que la falta de ejemplaridad y responsabilidad demuestra el nivel de sociedad que se está creando.

Los protocolos y planes de vacunación elaborados por los expertos han definido los grupos prioritarios. Es de esperar que el tiempo y los ritmos avancen, que lleguen las dosis y que haya los recursos para ponerlas.  A estas alturas, la prioridad debería seguir siendo vacunar con la mayor diligencia y eficacia posible, porque el virus no para. Las cifras lo dicen todo. Todos sabemos lo que tenemos que hacer, pero el "bicho" es el que lo cumple en su totalidad. Estamos en la tercera ola y decíamos que las vacunas nos situarían en el principio del fín, pero al ritmo que llevamos empiezan a haber muchas dudas de que lleguemos al verano y estemos inmunizados dos de cada tres españoles....Confiemos en ello, aunque sigamos diciendo aquello de que íbamos a ser mejores.

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