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domingo, 2 de octubre de 2022

La soledad no deseada....

Salí a caminar un rato por la tarde y estando conectado a la radio, me pareció escuchar una voz a mis espaldas. Me volví para atrás para comprobar si era el ruido del tráfico o si efectivamente había escuchado una voz pidiéndome ayuda. Se trataba de un hombre mayor que andaba con dificultad y que llevaba en sus manos dos bolsas de basura. Me acerqué y le pregunté si necesitaba algo. Me pidió que le cogiera las dos bolsas de basura que llevaba. Yo estaba acompañado de un compañero en el paseo, le cogimos las bolsas y la depositamos en uno de los contenedores. Antes de alejarnos, escuchamos de nuevo su voz. Apreciamos un gesto en él y antes de despedirnos nos dirigió unas palabras de agradecimiento por nuestra ayuda. Unas palabras de gratitud que nos hicieron reflexionar. Seguimos en el paseo y se nos hizo difícil no pensar durante el camino en ese momento. Nos hacíamos preguntas y estuvimos hablando de algo relacionado con lo que habíamos comentado hace unos días en nuestra Asociación de Vecinos. Cuántos mayores habrá en las ciudades que vivan solos?. Cuántos de nuestros mayores se encontrarán en una situación de soledad no deseada?. Cuántos mayores no saldrán a la calle a diario porque no se atrevan o puedan y lo hagan dos o tres días a la semana, como pudo ser el caso del señor al que ayudamos?.  

Las cifras del INE recogen que en nuestro país hay más de 9 millones de personas mayores de 65 años, que es prácticamente el 20% de la población total. El número de personas mayores de 80 años también sigue en aumento y las previsiones indican que para el año 2050, las personas mayores de 65 años representarán más del 30% del total de la población española. También se recoge que más personas mayores viven en las ciudades y que el índice de envejecimiento es mucho más acentuado en el mundo rural. Con estos datos y su previsión se pone en evidencia la situación de vulnerabilidad de nuestros mayores y que lo que ya se llama la epidemia de la soledad no deseada, es una realidad que exige la puesta en marcha de estrategias públicas para garantizar el cuidado de nuestros mayores. Otro dato que ha agravado la situación ha sido la pandemia de la covid-19 a causa del aislamiento social, porque las relaciones familiares que juegan un papel importante en los cuidados de larga duración han tenido que llevarse a cabo de forma no presencial. Todos los expertos coinciden y la propia Organización Mundial de la Salud considera la soledad no deseada una cuestión de salud pública porque puede tener efectos importantes en la salud de las personas.

Así como en los pueblos es fácil identificar situaciones de soledad no deseada, en las ciudades es cada vez más difícil. Por ello se hace imprescindible actuar y concretar estrategias. Abordar la realidad de la soledad no deseada necesita de un enfoque transversal coordinado entre las distintas administraciones públicas, junto con organizaciones, Universidad, tejido social y asociativo porque en las distintas zonas de una ciudad se dan situaciones diferentes. La situación no es la misma en todos los barrios y la frontera de la desigualdad se hace más profunda dependiendo del nivel de preocupación y de infraestructuras de las Administraciones. Por ello hay que sensibilizar e implicar al conjunto de la sociedad porque por esta realidad vamos a pasar todos y todas. Hay que promover esa sensibilización social con valores de inclusión y solidaridad, con actividades comunitarias y culturales, creando espacios de encuentro para facilitar relaciones sociales desde una visión integral y colaborativa de forma intergeneracional para lograr un envejecimiento activo y lo más saludable posible.

Por eso cuando en algunos de los encuentros con asociaciones hemos tocado este asunto, nos damos cuenta de la profundidad y realidad de este problema. Tenemos la oportunidad de elevar la voz para pedir ayuda. Es una realidad y no podemos dejar de escuchar la voz de esa persona que salía a la calle sólo para depositar dos bolsas de basura y posiblemente no podría haberlas depositado en el contenedor. Este no debería ser el problema ni el resumen de esta realidad que hoy sufren muchos de nuestros mayores. Cuando no tenemos identificado el problema no podemos encontrar respuestas para su solución. Aquí en este caso, sí hay un problema identificado al que no se puede dejar de prestar atención. Porque las preguntas que hacíamos al principio no pueden esperar más para tener respuestas. No se trata de que se nos ponga el vello de punta cuando escuchamos o vemos la noticia en un medio de una persona que ha fallecido viviendo sola. No es la voz pidiendo ayuda, es un problema al que hay que dar respuestas, porque el problema hoy no son los años. El problema hoy es que cada día hay muchos Alfredos y cada vez más en nuestros pueblos y ciudades viviendo esa soledad no deseada.

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